Reventour Estrella 2013 en Guadalajara y los peligros de un festival “gratuito”

lunes, mayo 06, 2013



Llegamos cuando Kinky aún estaba tocando. Un chingo de gente saturaba La Calle 2 para ver a Jagua... digo, Caifanes una vez más, como hacía mucho tiempo. Una nube de polvo y humo nos recibió y la música de los regiomontanos pasaba apenas desapercibida mientras sorteábamos gente para encontrar un buen lugar.

El recibimiento auguraría mucho de lo que sería la tarde. En la cola de las chelas, unos vatos se agarraron a putazos, el tiro fue limpio, soltaron muchos vergazos conectando algunos y otros tantos no, pero la pelea no se ensució en el suelo antes de que alguien llegara a separarlos.

La última vez que fui a un Reventour fue para ver a Quiero Club y mientras sonaba “Song N°2” de Blur, me tocó presenciar el nacimiento de una “bonita” tradición en este festival: “la guerra de vasos”.

 
           
La dinámica del concierto entre el cambio de bandas, era aventar vasos o gritarles que “enseñarán chichis” a cualquiera que se atreviera a subirse en hombros para ver mejor, ya sea mujer u hombre, y si no lo hacían la cosa era gritarles “putos y apretados” hasta que ser bajaran, o bien, les aventaban chelas y tierra, y así estuvo todo hasta que Caifanes comenzó su ritual.

 Abrieron con “Negro Cósmico” y no pasó mucho tiempo para sentir el primer escalofrío con Miércoles de Ceniza” El sonido se escuchaba de la verga, entre tanta gente en una explanada de esas dimensiones (se reportó una afluencia de alrededor de 50,000 personas, para que se den una idea),  nos encontrábamos demasiado lejos de las bocinas delanteras y apenas adelante de las bocinas de en medio, "¡Que le suban, que le suban!" era el grito uniforme cada que terminaba una canción. A un lado de nosotros, un vato comenzó a recolectar vasos de cerveza vacíos mientras se abría paso rumbo al escenario.

Las canciones se escuchaban ponchadas, pero no me refirió a llenas de energía y electricidad que se desbordaba y contagiaba al público en sus presentaciones de los noventas, esta acepción se refiere a su condición de desinfladas, sin aire y sin voz, porque la neta, a Saúl Hernández le falta voz, pero la gente lo quiere por todo lo que su música ha significado en sus vidas y por la misma calidad lírica e instrumental de sus canciones, y las carencias sonoras eran disimuladas por el espeluznante sonido local, que quedó patente mientras interpretaban “Aviéntame”.


Antes de la presentación, en las pantallas del escenario había aparecido el mensaje de "No tomar fotos con flash a Alejandro Marcovich porque le hacen mucho daño" debido a las secuelas de un tumor en el cerebro que le fue extirpado hace algunos años. Pero Alejandro se veía saludable y contento, con su típico sweater a rayas horizontales, el pelo igual de largo pero más pelón; demostraba su renovado afectó por Saúl en el escenario mientras tocaban “Los Dioses Ocultos” y una especie de revancha al no haber podido tocar en su pasada presentación en mista ciudad. Ahora, el gran ausente de la noche fue Sabo Romo, sustituido por el músico cesionista Chucho Merchán, quien se encuentra recuperándose de una operación en el corazón (“No es una situación de emergencia" informó el representante de la banda).

“Cuando veo a través del vaso”
Llegó el momento de “No dejes que” y el vato de la torre de vasos por fin había llegado a las primeras filas y su torre de vasos se elevaba varios metros y se podía ver a lo lejos.
“Cuando veo a través del humo”

Mientras tanto el sonido local hacia que el concierto se oyera de la verga y la gente borracha se entretuviera ocurriéndoseles pendejadas como bailar “No Rompas más mi Pobre Corazón” con los tambores introductores de “Antes de que nos Olviden” o una chica en hombros que se atrevió a enseñar las tetas mientras todo mundo trataba de encender sus modernos smarts phones y tomarle la foto “pal feis” pero la chica logró  mostrar las ubres sin que nadie captara el momento.


Otra de las “linduras” de este festival fue la evolución de la Guerra de Vasos, ya que ahora se les llenaba con tierra, piedras, chela barata ($35.00 la doble, ergo, todo mundo bien pedo) y otros líquidos "desconocidos". ¿Dónde creen que se mea un wey todo pedo en el concierto? Era una odisea sortear la densidad humana para llegar a unos baños saturados; así que lo más fácil era llenar un vaso y mandarlo a volar.  El agua de riñón se confundía con la cerveza que surcaba los aires en un festival gratuito y pésimamente diseñado, que se les salió de control y muestra un posible futuro para los festivales gratuitos realizados en esta ciudad (212 y Rock por la Vida). Así que nos fuimos al primer encoré porque “Se nos iba el camión” según nos dijeron unos chicos que buscaban hacerse los graciosos ante las deficiencias sonoras.


Pero sonó “Viento” y regresamos “for the good old memories”. El sonido en la parte de atrás era ligeramente mejor que donde nos encontrábamos inicialmente, así que para disfrutar los últimos momentos del concierto fui por a comprar una chela para tomármela ya que me había enfadado de probarla “llovida sobre mí”, y ¡Oh ironías de la vida! En un festival organizado por una cervecería, se les había acabado la cerveza, así que nos fuimos antes que realmente nos dejara el camión. Mientras caminábamos a la parada, alcanzamos a escuchar a lo lejos (que la calidad no difería mucho de lo que se escuchaba adentro) “Afuera”, donde no existíamos, solo adentro.

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