Del otro lado 6 (¿Cómo acomodas a 8 en un vocho?)

lunes, junio 22, 2015



Después sonó una canción de Chalino Sánchez, su letra era muy bonita y todos la cantaban con gusto “Mi bien yo necesito, decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón.”

-Esa rola es un poema de Manuel Acuña- Dijo el Javis


                 -Oí la agua, esa es una calle

-Es un poeta con nombre de calle

-Neta Loco. Cómo es que sabes tantas pendejadas- Preguntó Abelino

-Me gusta checar artículos en el compact disc de la Encarta o en Internet cuando mi mamá no está ocupando el teléfono.

-Que pedo, dónde están las plebitas que nos prometiste pinche Edgar- Preguntó el Marquillo aburrido.

-Aguanta vara, date la vuelta aquí, vete quedito que yo tampoco ubico, yo vivía para el otro lado, para Zapopan. dale la vuelta al parque para ver si la veo.

Al fondo de la calle, una enorme puerta amarilla señalaba la entrada al parque, en la parte de atrás, la puerta formaba un resbaladero donde una grupo de chicos de su edad cotorreaban sentados en la pendiente.

-No mames, que buenas plebitas hay por aquí, nada que ver con el barrio- Dijo el Marquillos- Había varias morras muy buenas, pero ninguna era Euri.

-La colonia esta chida, puras casas fresonas- Comentó Javis mirando las construcciones que se extendían por hasta el parque Tucson y subían para enmarcar el Estadio Jalisco que lucía imponente en los destellos moribundos de la tarde. Una vista muy distinta a los paisajes sepias y monótonos de sus rumbos.

Dieron vueltas sin éxito y rolaron entre las calles hasta llegar a una esquina con una nevería llamada Las Italianas, Una chica de piel blanca con cabello lacio como baba y negro sorbía con desdén una italiana, con cara de soberbia, de mamona. -Esa es Euri- dijo Edgar.

 


Sus pantalones acampanados arrastraban deshilachados en la banqueta, ceñidos a la cadera, justificaban los apodos de la escuela; se asomaban unas sandalias de corcho con forma de Y. A los costados de la cintura, se asomaban pequeños pedazos de piel a través de la pantiblusa  apenas tapada por una chamarra de mezclilla.

Su amiga, una chaparrita color de llanta, como las que sí había en sus barrios, sujetaba a un schnauzer por la correa mientras tomaba un tejuino con la otra. Estacionaron el vocho  y como si Euri se las oliera que venían hacia ella, comenzó a andar esperando que su amiga la siguiera, pero el schnauzer encorvó su cuerpo y dio vueltas olisqueando en piso para cagar en una de las jardineras, la morenita se hacía como que no veía nada y distraía su atención en los chicos que bajaban entre música de banda del carro.

-¡Hey euri! -Gritó Edgar sin obtener respuesta. No estaba acostumbrado a hablarle a las chicas, pero ante la vergüenza ante quedar en ridículo frente a sus amigos, se hizo un nudo en las tripas -¡Euiridice Karina Hernandez de  la Torre!- Gritó, recurriendo al nombre de la lista. 

        No quería ser el pendejo medio autista con un inexplicable miedo para hablarle a las chicas. En una lucha interna por cambiar su forma de ser, invocó el sentimiento que lo motivó a perseguir al cucaracho que quiso robar su walkman y corrió a su alcance.

-Hey, que onda Euri- Dijo parándose frente a ella sin que se le ocurriera nada más qué decir. La saludó de beso con naturalidad. Sentía un hormigueo en su manos adormecidas, las abría y cerraba constantemente para hacer circular la sangre que fluía como atole por sus venas. Ninguna mujer, a parte de su mamá, lo había besado antes.

-Ehhhh hola ¿Qué estás haciendo por acá?

-Este… pues.. vine a visitarte… bueno… venimos- Señaló a sus amigos quienes ya estaban platicando con la morenita- La verdad venimos al partido pero no entramos, solo estábamos dando la vuelta por acá y me acordé que por aquí vivías.

-Orale, que bien -Ella tampoco tenía mucho que decir al respecto, pero no quería ser la mamona que era cuando llevaba el uniforme de la secundaria- No volteé porque aquí nadie me dice así, todos me conocen por Karina. Mira, ella es Mónica- Edgar esperaba que lo presentaran por su nombre, pero Euri no intentó recordarlo, adivinar o decir algún nombre parecido.

-Edgar. Hola, yo soy Edgar.- dijo haciendo especial mención en su nombre.

-¿De qué es tu nieve?- a Edgar se le estaba acabando muy rápidamente la conversación.

-De  horchata

-¿Y la tuya?

-Tejuino ¿gustas? - Mónica le ofreció de su popote sin asco, mostrando una sincera disposición a compartir -¿gustan?

Abelino sorbió un trago diciendo, qué es esta madre, el maíz fermentado, la sal y el limón explotaron en sus papilas gustativas , con un sabor muy extraño para su gusto . Tiró la mitad en la banqueta -Ey, no lo tires, si no te gustó, dámelo- dijo Mónica.

Abe se metió al vocho y salió con una caguama para rellenar el tejuino con cerveza. lo agitó con el popote y le dió un largo trago- Ahh a toda madre.- El sabor era único, una especie de michelada que no hacía discordia con el sabor del tejuino.

-¿De qué raza es tu perro?

-Ferrioni original- dijo Mónica con seguridad. el Javis soltó la carcajada.

-Ay Mónica ¿cómo te explico que Ferrioni es la marca de ropa del perrito? la raza es schnauzer- mónica ni se inmutó por su equivocación, como que estaba acostumbrada a que su amiga le hablara así.

-Hola, yo soy Valentín Trujillo, este majadero no nos presentó, dijo saludándola de beso- No sabía que ibas en nuestra secundaria

-Sí, yo a tí si te conozco, eres el presidente del comité o algo así ¿no?

-Jejejeje nel, todavía no-

La conversación comenzó a fluir y Euri les platicó su vida, las mismas cosas que le había contado a él aquella vez que trabajaron en equipo y que ninguno de sus compañeros de clase se había interesado en averiguar y sintió que la única ventaja que tenía sobre toda la escuela se había desvanecido.

El tejuino rolaba por todos y conforme se vaciaba, se rellenaba con cerveza hasta el punto en que era cerveza con hielo lo que estaban tomando.

Euri quería cerveza, pero le daba asco tomar del mismo vaso de todos. Edgar pareció leer eso y fue por uno de los últimos botes que había en el carro. La gente los miraba con mala cara y desaprobaban con coraje pero sin atreverse a decir nada a los menores emborrachándose en la calle, a ellos no les parecía importar, estaban en una burbuja de eternidad que les permitía hacer el mundo invisible.

-Ya vámonos- Dijo Euri, pero Mónica se veía muy entretenida platicando con Abelino con quien aprovechaba cada ocasión para hacer contacto físico con él.

-Súbanse morras, les damos raite, las llevamos a donde quieran.

-No mames, no cabemos.

-Andale, tu te vas en mis piernas- dijo Mónica

O en mis piernas, pensaron todos al unísono. Pero Euri se acomodó rápidamente junto a la ventana detrás del copiloto. Edgar se disputó la entrada con el Marquillo y logró sentarse junto a Euri. Abelino, el más alto, ocupó el otro extremo haciendo hasta adelante el asiento del piloto. Mónica se sentó sobre Euri y Marquillo encima de Abelino. Adelante Trujillo al volante y Javis con el perro en sus piernas. El tráfico por el partido había desaparecido y apretujados, terminaban con las últimas cervezas y tejuino que quedaban mientras escuchaban el mixtape que había cambiado la música de banda que sonaba cuando llegaron, a pesar de la incomodidad, se la estaban pasando bien.

Pasaban cerca del parque Tucson, cuando una rola del Personal inundaba de un confortable incomodidad en el interior del vocho, Euri no los había escuchado nunca y la letra de la canción la llevaba a lugares al redor de la calzada y el centro que reconocía, pero no solía frecuentar. Después de algunas vueltas sin rumbo, Euri les indicó que se estacionaran a unas cuantas cuadras de su casa.

-Bueno, nos vemos- Dijo empujando con la pierna a Javis para que abriera la puerta. Mónica se tomó el tiempo para despedirse de beso de todos. Euri la esperaba impaciente  fuera del carro; Edgar intentaba salir para acompañarla, pero Mónica intercambiaba e-mails con Javis.

Euri no se despidió de nadie, se perdió en la banqueta entre las sombras de los naranjos que inundaban el sereno con su perfume de jazmín. Abelino encaminó a Mónica y Edgar contaba los minutos que faltaban para regresar a clases y saludarla de beso de nuevo.

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