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jueves, octubre 30, 2014


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Luna Conejo (7ta parte)

lunes, septiembre 08, 2014

En seis días volveré a ver a Esperanza y sabré si mi futuro va a cambiar de la ligera manera que lo imagino o seguiré este vórtice existencial en el que me encuentro atrapado. Fiusha es el color de mi situación, fiusha triste como el dibujado en el horizonte del atardecer en este lago rodeado de volcanes y montañas de tierra uterina.

Hoy me dejo dominar a mi manera mientras, flotando a la deriva en las aguas que reflejan los colores del cielo entre ondulaciones rosas y rojas, y miro que la del conejo esta al doble de su tamaño, apenas alzándose en lontananza. Me jala hacia ella mientras creo posibilidades en mi mente al ritmo del ligero oleaje, mientras la bóveda celeste ya es de azul casi morado y algunas estrellas comienzan a brillar en chisporroteos blancos. No me gusta pensar en lo que el destino me tiene preparado y qué tanto es determinación mía.


 Tenemos nueva vecina, en realidad es más antigua que nosotros en el hotel, pero como apenas coincidimos en tiempo y espacio sin paredes de por medio, solo conocíamos sus ronquidos y creímos que se trataba de un trailero desvelado o algo así.
Su nombre es Catherine, su cabello es rubio y sus ojos claros, es gringa madura que por quién sabe qué motivos personales de su vida la trajeron a Centroamérica a trabajar como mesera en un restaurant bar del que sale justo cuando comienza la fiesta, por lo que su horario biológico no coincide con nuestro horario nocturno, pero es una mujer interesante y nos trata con familiaridad invitándonos a que la visitemos en su trabajo. No es sexy y se ve que la vida la ha tratado muy mal, pero emana una confianza como si hacía rato hubiera dejado muchas cosas atrás.
José quedó de verse con Marisa ya que les quedan pocos días antes de que regresen a casa, y para como va todo, podría ser la única oportunidad de que consiga algo en este viaje.
Aplicamos la táctica de llegar elegantemente tarde con las chicas y vamos a visitar a Catherine sin sobriedad y con cerveza digerida, circulando por nuestras venas. Llegamos con la seguridad de los grandes y pedimos el ron más barato con la seguridad de los pobres.

¿Y ahora qué? El lugar está más muerto que mis aspiraciones en la vida y Catherine reta a José en un mano a mano de billar. El juego se comienza bueno, José inicia metiendo 3 bolas en poco tiempo, Catherine solo mete una. Yo no termino de entender que hace una mujer como Catherine en este lugar, mientras enfoca la bola roja apuntándose con el taco nos platica sobre su trabajo, y comienza a recitarnos el menú de memoria, imagino que tal vez huyó de una tragedia familiar, lengua en salsa verde, Catherine mete la roja en la buchaca de en medio y solo le quedan 3 bolas, un divorcio, José se inquieta y alcanza a empatar, la muerte de algún familiar cercano, chiles rellenos, espero ansioso que José pierda para jugar contra ella. A José le quedan dos bolas y a Catherine solo le falta la bola negra y pasan 3 turnos llenos de tensión en los que José recupera la desventaja y la tiene a modo para ganar y Catherine continua con el listado de platillos que recita en un español con marcado acento norteamericano y mi amigo falla. Ella esboza una sonrisa, estira su menudo cuerpo que estira graciosamente para alcanzar la bola con el taco, cierra uno de sus ojos y con firmeza retaca la 8 seca en la esquina ¡Gana!
Que felicidad siento por dentro, jugare contra ella.
José reniega y dice que fue trampa, me entrega el taco y se va a una esquina a mirar su celular. Yo estoy emocionado, y Catherine dice que lo hagamos interesante, si pierde, nos invita la cena, sino, pagamos doble. Pienso en frijoles negros revolcados y meto la primera, pepián de res, meto la segunda, chuchitos con atol, meto la tercera, güisquilitos con queso y meto la cuarta. Catherine no esperaba que su táctica del menú le funcionaria en contra pero fallo la quinta; ella solo mete dos, yo no meto ninguna después y ella tampoco. Arrocito a la cilantro, meto la quinta pero fallo la sexta, ella no mete y sin pensar en nada meto la sexta y séptima, ¡haaa que bien me siento! Catherine comienza a reponerse y mete tres al hilo, pero tengo la esperanza de José puesta en mí, aunque él esté más interesado en irse con las chicas y el juego le parezca aburrido. Catherine parece darse cuenta y como si lo hiciera a propósito mete la negra cuando aún le faltaban bolas por meter para terminar el juego. Sin embargo nos dice que la cena nos la llevará al hotel con las sobras del restaurant.

 Acompaño a José con las chicas aunque realmente no tengo ganas de ir, me hubiera gustado quedarme con Catherine, no es que me la quisiera coger, de hecho era algo raro que ni si quiera se me antojara, por lo que decido regresar y no entorpecer a mi amigo en el provenir de su noche.
Le digo a Catherine que la espero a que salga y miro las horas consumirse hasta que la veo acercarse con una sonrisa y me pide acompañarla a casa de un conocido, salimos del pueblo y caminamos bajo la luz de la del conejo por senderos entre maizales y cultivos hasta que llegamos la costa del lago, a una vivienda que parece estar sin terminar de construir, donde nos recibe un tipo bajito llamado Alvar, quien se porta demasiado amigable con Catherine y no deja de abrazarla y acariciarla propiciando el contacto físico cada que fuera posible. Me convencen de tomar aguardiente puro y la percepción se torna confusa, nos tomamos tres tragos más y Catherine no me desatiende, me mira con buenos ojos y se ríe sinceramente de 2 chistes míos, se muestra como una hembra alfa con dominio de sí misma. No estoy seguro pero tengo la impresión de que a los tres nos está cruzando el mismo pensamiento al mismo tiempo. Alvar absorbe de una cebolla de cristal y entre su risa sale en volutas de un humo intensamente blanco, que después comparte con la gringa. Comienzo a sentirme incomodo ya que el intenso olor potencia mi autismo y decido irme ante los intentos por detenerme. No conozco el regreso a casa y camino confundido y desorientado entre los maizales por lugares donde no hay caminos. Intento recuperar lentamente la tranquilidad y miro a mi alrededor para orientarme siendo muy evidente el enorme lago que luce imponente y mágico, iluminado por una luna que se duplica en sus aguas, solo tengo que caminar al lado contrario, alejarme de ese lugar.

El camino para llegar al hotel luce desolado, tétrico, además, olvidé que las llaves del cuarto las trae José, así que resbalo mi espalda en la puerta del cuarto. 47 minutos después me despierta Catherine en pijama, se ve muy bien en sus chorsitos color mamey, entregándome la comida que me prometió en el juego de billar, para regresar de inmediato a su cuarto. Justo al terminar de comer llega José con una aventura real y compartimos historias dentro del cuarto.

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Luna Conejo (6ta parte)

viernes, septiembre 05, 2014




No contentos con tantos cambios de ciudad, nos movemos felices a otro pueblo que se encuentra junto a un lago dizque con ondas místicas. En el camión, antes de llegar al lugar, conocemos a dos chicas hermosas y a otra que no lo es tanto. La gorda, es quien inicia la conversación, lo cual nos resulta muy cómodo para personas como nosotros, su nombre es Marisa y es muy fácil cotorrear con ella, es simpática y carga con un maletín como el de una metralleta. Las otras dos se llaman Jana (la clase de mujer de cara borrosa, cuyo rostro sabes que no vas a recordar en toda la vida, pero su cuerpo podría ser reconocible un par de noches) y Laura que es muy bonita y está muy bien, pero parece más interesada en lo que ocurre en su celular que en la vida real. Compartimos transporte rumbo al centro de la ciudad.


Sus pieles son claras como sus ojos, todas orgullosas tataranietas de españoles con descendencia en el D.F, todas tontas de fácil conversación. Al llegar al lugar, se hospedan en el cuarto más caro, nosotros buscamos un cuarto en un lugar más barato a varias cuadras de distancia, quedando de vernos por la noche para ir por unas chelas.
Es difícil abordarlas sin alcohol, así que tomamos ron en el cuarto para llegar pedos a lugar y ahí marear un par de cervezas. Pero la borrachera nos absorbe, hace confusas las horas y llegamos grosera y ebriamente tarde. Afortunadamente están un poco borrachas y a pesar de mostrarnos molestia, después de un rato les sacamos un par de risas, en el momento adecuado en el que se agotan las opciones para continuar la fiesta, y gracias a nuestra habilidad para conseguir alcohol fuera de los horarios permitidos, logramos colarnos al cuarto de su hotel.

Nos enteramos que Marisa toca ukelele y canta un par de canciones antiguas en inglés. Nosotros estamos más ebrios que ellas, ellas están menos calientes que nosotros, nos superan en número pero las superamos en ineficiencia galante. Nos divertimos los 5, pero nadie hace nada para que la fantasía se hagan realidad. Fumamos fino y hacemos tabaco, rondamos temas escabrosos sin éxito inmediato mientras escuchamos música de sus celulares y las chicas ríen en el 89% de nuestros chistes y las botellas de cerveza se vacían, al final no entienden que necesitamos más tiempo para que se les ocurra ligarnos. Laura es la primera que se va dormir borracha, Jana la acompaña, más que por cansancio, por falta de acción, percibe José; y aunque Marisa está dispuesta y se le insinúa a José, nosotros no estamos interesados. Tristemente tenemos que regresar a nuestra habitación donde hacemos chistes muy buenos, pero desganados. sobre lo que la noche inolvidable que pudo ser (y que de alguna manera, lo fue) hasta que llegamos al ronquido.

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Luna Conejo (5ta parte)

miércoles, junio 18, 2014

Un nuevo día otra vez, y esta nueva aglomeración de viviendas con gente, rodeada por algunos lugares turísticos cercanos a los que optamos en llegar en colectivo a uno de ellos. Un río un que pasando los arrabales de la ciudad se convierte en una cascada que cae dentro de un pozo que se unde en la tierra y sale más adelante para formar una especie de piscinas, estanques naturales que parecen como si la tierra que arrastra el río las pintara con esos tonos de azul tan hermosos.

En la mesa de madera ubicada en un páramo junto al río, a la hora de comer, hacemos lonches de sardina enlatadas con pan barato de hamburguesa, y nos manchamos intencionalmente las manos y la cara con la salsa, buscamos que nos miren con cara de asco o repulsión, pero la mayoría de la gente es local y no parece importarles.

Los extranjeros sobresalen de los demás, llevan comidas sofisticadas al nivel de sus trajes de baño, accesorios tecnológicos y el color dorado de su pieles en un perfecto trabajo de salón de bronceado.
Son 4 hombrea, dos de los cuales pueden ser actores porno, sus torsos se asoman sobre el agua y pareciera que todos los músculos de su cuerpo apuntan a sus vergas. Los otros dos bofos timbones son los productores, dice José y la teoría adquiere fuerza pues las 3 chicas que los acompañan, bien pudieran estar en el negocio de la pornografía. Dos rubias de tipo californiano juguetean en el agua con una chica que se distingue de ellas, es menuda, de cuerpo y senos pequeños que se compensan con unas nalgas de campeonato. Su rostro es como el de una niña bien de colegio bilingüe y su cabello negro resalta lo blanca que es su piel y lo rojo de su boca, contemplo hipnotizado, pero la magia se rompe cuando voltea a nuestra mesa y retiro la vista para concentrarme en mi sandwich de sardina y pienso en que toda mi cara y mis manos están olorosas a pescado, cuando volteo a mirarla, nada hacia el otro extremo del estanque junto con sus compañeros de trabajo. Terminamos de comer y emprendemos el regreso con suficiente material mental para compensar la falta de internet.



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Luna Conejo (4ta parte)

viernes, junio 06, 2014



Otro nuevo día y ahora nos encontramos en una nueva ciudad. ¿No tenías dinero ayer? Le pregunto a José. ¿Quién dijo que no tenía dinero? contesta y espero una explicación sobre por qué no pagó las cervezas para que las chicas de anoche se quedaran, pero no dice nada al respecto y estoy demasiado crudo para interesarme.
Siempre estamos en busca de chicas y siempre al ver una bonita hacemos comentarios indecentes y dejamos volar la imaginación, pero está por demás comprobado que nuestras tácticas para ligar son muy lentas y poco efectivas, no tenemos la habilidad de actuar con lujuria aunque nos hiervan las entrañas por dentro, lo nuestro es imaginar y disfrutar con el pensamiento.
Cuando no hay nada que pensar, me gusta pensar en Esperanza. En como sonaba su nombre en su boca y arrastraba ligeramente la lengua al pronunciar la “z”, y recrear los 15 minutos en que mi vida coincidió con la de ella y ese recuerdo me hace sentir tristemente bien.

Así, después de instalarnos en esta ciudad, el día se va en comprar más ron, cenar en la calle e imaginar que nuestra noche tendrá algo femenino, pero no. Entonces nos dormimos borrachos.


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Luna Conejo (3ra parte)

miércoles, junio 04, 2014


Uno nuevo. Me levanto, decido no bañarme para iniciar el día; mi cabaña se encuentra a un costado de la huerta de aguacates al pie de la montaña y hace un puto frío de la chingada como para andarme con bañaditas matutinas. A pesar de todo, la cabaña es un lugar agradable, apenas unos cuantos muebles y un catre, una estufa eléctrica y una lamentable conexión a internet bloqueada por la irregular geografía montañosa, lo justo para mantenerme en comunicación con mi jefe y mandarle informes y reportes de los cultivos, no digamos para otras cosas, donde es más rápido utilizar la imaginación que la computadora.

Hoy supuestamente vendrá mi jefe, el individuo que encabeza la lista de personas a quienes les partiría la cara, mi lista es corta y como nunca la he publicado ni se la he hecho saber a nadie, él se siente seguro. Pero si un día sobrepasa mis niveles de paciencia para justificar su inclusión en la lista, no creo que le parta la cara, más bien lo mato. Aunque en el fondo sé bien que, a un bajo nivel, me respeta, por lo que creo que podremos seguir así por meses.

Pues Don CaraAunNoPartida no apareció y me informa en un correo que no se presentará hasta la próxima semana, así que soy libre los días que restan para rolar con José, un antiguo amigo de la infancia quien se encuentra de vacaciones en estas olvidadas tierras de la mitad del continente.

José me espera en un hotelucho al centro de la ciudad, nos saludamos y armamos el mejor plan que se nos ocurre: comprar ron, vaciarlo en el hotel, llenarnos de música y cotorreo y después salir a los bares a que la vida nos ocurra.
El plan es bueno, pero es solo un plan y sin planear se nos cruzan 8 latas baratas de cebada fermentada que se destapan en la calle y no llegan completas, con el destilado de caña, al cuarto de hotel. Después de ponernos al tanto sobre el tiempo que hemos pasado sin vernos, aún queda un poco de ron y algunas horas por delante, por lo que salimos a los bares como lo decía el plan, pero la mayoría de los lugares a los que llegamos están cerrados o a punto de cerrar, hasta que en uno, aún suena música comercial que retumba hasta la calle.
Las bebidas son caras, tan caras que José decide tomar prestada una cerveza a medio llenar de una de las mesas de lámina junto a la entrada. No es que necesitemos más alcohol que el que ahora entumece nuestro organismo, pero José tiene la manía de sentirse indefenso sin una bebida en la mano en un lugar lleno de mujeres. Igual y debería intentarlo con un vaso de agua de limón o cualquier cosa para ver si así funciona igual.
Y ahora qué hacemos. Pregunto y José me contesta con su acento jalisquillo y el labio arrastrado Pues esperar a que ellas se nos acerquen, saaaabe. No es raro que las morritas se acoplen, nuestra apariencia física se distingue de la de los locales, además que no somos tan cagazones como el 95% de nuestros paisanos.
José tiene mejor habilidades que yo para hablar con las mujeres, así que comenzamos a ver lo que hay en el lugar; Junto a la barra de madera hay un grupo de chicos y chicas que parecen estar muy enfiestados, nos topamos con un par de ellas que nos abordan y nos dicen que sus amigos ya se quieren ir pero ellas se quieren quedar, y se quieren quedar con nosotros. Están muy ebrias, una de ellas está más ebria que la otra y se recarga tambaleante en su amiga mientras me sonríe y se despeja el cabello de la cara para hablar en idioma ebrio. La que me escogió a mí es de mi estatura, es bonita y me hace aproximaciones corporales deliciosamente peligrosas, José va mejor que yo, ya que está hablándole muy cerca de la oreja para hacerse escuchar por debajo de la música de la cantina.
De la nada, mi cuerpo, acostumbrado a los largos periodos de soledad, comienza a sentirse incómodo ante la proximidad humana, la chica sintiendo mi aversión, se aleja. Entiendo que estoy a punto de cagarla y la acerco hacia mí con frases de galán reciclado, Lo siento pero me debes una cerveza. Porque cuando te vi se me cayó la mía. Aunque por la música no creo que me haya escuchado nada, pero el plan parece funcionar cuando mi compadre y su pareja se nos unen y de la nada empezamos a brincar todos abrazados con sincera felicidad. Todo parece que acabará de ensueño, pero de la misma nada, la pareja de José se va a vomitar al baño, y yo pierdo a mi chica cuando alguien me la quita comprándole una cerveza. 

Me quedo derrotado unos 3 minutos, lamentando mi discapacidad social y la incapacidad para relacionarme, pero la embriaguez me permite vislumbrar la posibilidad de hacer realidad las constantes fantasías con las clientas de los miércoles de mercado o con cualquiera mujer que ocupe mis pensamientos y me hace obstinado en cuanto a la oportunidad de coger. Por lo que utilizo los poderes que la ebriedad me brinda y resurjo, volviendo por ella, tomándola y de la mano y llevándola con todo y cerveza a la calle. El bar ya lo están cerrando y el grupo de amigos con los que venían nuestras parejas, se empeñan en llevárselas y lo logran, para colmo, mi ex chica y un nuevo amante se besan en la calle mientras se alejan del lugar. No queda otra, más que cambiar el rumbo y terquear con una revancha, pero las horas también se acabaron y la realidad se aferra en alcanzarlos hasta que nuestras bocas están demasiado secas y terminamos dormidos en el hotel.

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Luna Conejo (2da parte)

lunes, mayo 26, 2014




Estoy atrapado en un ciclo grande y constante donde rara vez ocurren cambios, en la eterna repetición en espiral que me acerca a inevitables coincidencias. Quisiera tener la habilidad para componer una canción que vomite todo lo que me pasa y cantarla en mi mente cuando no tenga nada que hacer y nadie me vea ¡A la gran púchica!
 La luna ya va de bajada, los lobos no tienen furia y tengo mucho tiempo para elaborar teorías baratas acerca de las relaciones amorosas. Me fascinaría que una relación con una chica comenzara con intensidad y lujuria para después entrar en una pausa, salir adelante y para arriba, retomando la lujuria inicial hasta que se convierta en amor, se quede flotando en el aire mirando a la eternidad a los ojos y cayera intensamente en picada, en ternura sin amor, en el vórtice de la muerte e intentáramos recuperarla con la lujuria pero esta cosa loca que llamamos amor, casi siempre hace lo que le da su re chingada gana.
Hoy fue miércoles de mercado y no recuerdo a ninguna de las señoras guapas a las que les surtí el mandado, porque mis pensamientos los abarca en su totalidad las imágenes de una chica hermosa que llegó cerca de la hora del cierre, mientras empacaba la mercancía que sobró. Su pelo era castaño claro como un elote, los ojos de un verde aguacate que brillaban en la piel almendrada de su rostro, era naturalmente hermosa. 
Al atenderla, ella fue más amable que yo, y la plática fluyó con facilidad sobre  temas que no tenían mucho que ver con las verduras, sino que me preguntó sobre la canción que sonaba en las bocinas de la computadora y me sentí cómodo para hablar con ella, explayarme e intercambiar unas sonrisas, algo raro en mí. Comentó de manera casual sobre algunas películas que acababan de estrenarse y tenía ganas de ver, de las que yo no había escuchado nunca su existencia, y en mi fértil imaginación era una especie de insinuación para invitara al cine, pero es algo que solo apenas se me acaba de ocurrir ya que en el momento ni siquiera me pasó por la cabeza.
Vestía una blusa ligera de tirantes color fiusha, pantalones cuya tela no pude identificar por culpa de que me perdí en sus perfectas curvas, huuf ¡cómo las recuerdo! Terminamos nuestra interacción verdulero-clienta con miradas repetidas, curiosas y prolongadas. Me pagó y antes de despedirse hizo que le dijera mi nombre, me dijo que ella se llamaba Esperanza. Me enamoré de inmediato o algo parecido, estoy seguro que el próximo miércoles dentro de 15 días la volveré a ver, es algo cósmico con planetas alineándose y un destino manifiesto.
           No puedo dormir, tengo los pensamientos alborotados y una especie de agradable dolor de muelas en el corazón.

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