Del otro lado 7

viernes, julio 17, 2015


Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o financiando cosas, de donde sacaba lo suficiente para las caguamas que gorroneaban sus amigos de la esquina y para la la carne,
 
 
queso, frijoles, tortillas y cereal que formaban la alimentación básica de Edgar.

Hasta eso era bueno para el frontón, las pocas veces que lo acompañó a las canchas del parque de San Rafa, el viejo se rifaba y nunca lo vio perder un partido, golpeaba la pelota con mano de piedra y sus músculos correosos se tensaban aún después de que la bola rebotaba en el enorme muro verde, como si con ellos controlara los imposibles chanfles que la pelota agarraba para destantear a su rival.

El turno vespertino le permitía levantarse tarde, desayunar un cereal mientras veía las caricaturas del canal 5, y luego a Sixto en el canal 6, y si le quedaba tiempo hacía algo de tarea, se preparaba unas quesadillas con frijoles y carne asada antes de irse a la secundaria que era donde realmente le gustaba estar.

    La mamá de Trujillo lo invitaba a él y a sus amigos seguido a comer a su casa, que era mucho más grande y bonita que la suya y estaba en una mejor colonia, Jardines de la Cruz. Además tenía una televisión en su cuarto y un Nintendo en el mataban las horas jugando los cartuchos que llevaba Javis, el Mario Brothers, Megaman y Zelda, aunque a Edgar le gustaban más los juegos donde se podían utilizar a dos jugadores al mismo tiempo, como el Contra o las Tortugas Ninjas, porque podían jugar todos sus amigos. No comprendía que a Trujillo no le interesaran los videojuegos así que otras veces solo ponían Mtv en el cable o veían películas de estreno que los padres de Trujillo tenían gracias a la próspera franquicia de videorentas que habían establecido en la ciudad y que tenía su sede en Sinaloa de donde venían ellos.

            En su secundaria había muchos chicos de otras partes del país, él se sentía identificado ya que Edgar también era como un extranjero en esta parte de la ciudad. Abelino era de Tijuana y hablaba parecido a Trujillo, con un acento cool en que no mostraba interrogaciones ni exclamaciones y podía pronunciar las palabras en inglés perfectamente; aunque Marquillos también hablaba así ,a pesar de que su familia era de Nayarit pero él había nacido en Jalisco; él único realmente tapatío, además de Edgar, era Javis, un nerd que de no ser por su basta colección de videojuegos y sus amplios conocimientos sobre dispositivos y tecnología, sería un solitario como Edgar.

         La madre de Almada era muy simpática, tenía los ojos enormes y una sonrisa amplia que había heredado a su hijo, a Edgar le gustaba escuchar sus pláticas sobre su familia de origen libanés y como como ponía en ridículo a su hijo con anécdotas de su infancia. A su papá solo lo vió una vez. Era un tipo alto de bigote y cabello ondulado, trajeado con camisa de vestir, botines perfectamente lustrados, pantalón vaquero de lona y manejaba una Ram Charger como si fuera lo más casual del mundo, su imagen se le quedó muy grabada porque era muy distinto a su papá que siempre andaba de tenis y andaba en camión. El señor era muy serio y se la pasó encerrado en su despacho hablando por telefono y a penas si saludó a los amigos de su hijo, al menos eso era algo en lo que se parecía su padre.

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Del otro lado 6 (¿Cómo acomodas a 8 en un vocho?)

lunes, junio 22, 2015



Después sonó una canción de Chalino Sánchez, su letra era muy bonita y todos la cantaban con gusto “Mi bien yo necesito, decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón.”

-Esa rola es un poema de Manuel Acuña- Dijo el Javis


                 -Oí la agua, esa es una calle

-Es un poeta con nombre de calle

-Neta Loco. Cómo es que sabes tantas pendejadas- Preguntó Abelino

-Me gusta checar artículos en el compact disc de la Encarta o en Internet cuando mi mamá no está ocupando el teléfono.

-Que pedo, dónde están las plebitas que nos prometiste pinche Edgar- Preguntó el Marquillo aburrido.

-Aguanta vara, date la vuelta aquí, vete quedito que yo tampoco ubico, yo vivía para el otro lado, para Zapopan. dale la vuelta al parque para ver si la veo.

Al fondo de la calle, una enorme puerta amarilla señalaba la entrada al parque, en la parte de atrás, la puerta formaba un resbaladero donde una grupo de chicos de su edad cotorreaban sentados en la pendiente.

-No mames, que buenas plebitas hay por aquí, nada que ver con el barrio- Dijo el Marquillos- Había varias morras muy buenas, pero ninguna era Euri.

-La colonia esta chida, puras casas fresonas- Comentó Javis mirando las construcciones que se extendían por hasta el parque Tucson y subían para enmarcar el Estadio Jalisco que lucía imponente en los destellos moribundos de la tarde. Una vista muy distinta a los paisajes sepias y monótonos de sus rumbos.

Dieron vueltas sin éxito y rolaron entre las calles hasta llegar a una esquina con una nevería llamada Las Italianas, Una chica de piel blanca con cabello lacio como baba y negro sorbía con desdén una italiana, con cara de soberbia, de mamona. -Esa es Euri- dijo Edgar.

 


Sus pantalones acampanados arrastraban deshilachados en la banqueta, ceñidos a la cadera, justificaban los apodos de la escuela; se asomaban unas sandalias de corcho con forma de Y. A los costados de la cintura, se asomaban pequeños pedazos de piel a través de la pantiblusa  apenas tapada por una chamarra de mezclilla.

Su amiga, una chaparrita color de llanta, como las que sí había en sus barrios, sujetaba a un schnauzer por la correa mientras tomaba un tejuino con la otra. Estacionaron el vocho  y como si Euri se las oliera que venían hacia ella, comenzó a andar esperando que su amiga la siguiera, pero el schnauzer encorvó su cuerpo y dio vueltas olisqueando en piso para cagar en una de las jardineras, la morenita se hacía como que no veía nada y distraía su atención en los chicos que bajaban entre música de banda del carro.

-¡Hey euri! -Gritó Edgar sin obtener respuesta. No estaba acostumbrado a hablarle a las chicas, pero ante la vergüenza ante quedar en ridículo frente a sus amigos, se hizo un nudo en las tripas -¡Euiridice Karina Hernandez de  la Torre!- Gritó, recurriendo al nombre de la lista. 

        No quería ser el pendejo medio autista con un inexplicable miedo para hablarle a las chicas. En una lucha interna por cambiar su forma de ser, invocó el sentimiento que lo motivó a perseguir al cucaracho que quiso robar su walkman y corrió a su alcance.

-Hey, que onda Euri- Dijo parándose frente a ella sin que se le ocurriera nada más qué decir. La saludó de beso con naturalidad. Sentía un hormigueo en su manos adormecidas, las abría y cerraba constantemente para hacer circular la sangre que fluía como atole por sus venas. Ninguna mujer, a parte de su mamá, lo había besado antes.

-Ehhhh hola ¿Qué estás haciendo por acá?

-Este… pues.. vine a visitarte… bueno… venimos- Señaló a sus amigos quienes ya estaban platicando con la morenita- La verdad venimos al partido pero no entramos, solo estábamos dando la vuelta por acá y me acordé que por aquí vivías.

-Orale, que bien -Ella tampoco tenía mucho que decir al respecto, pero no quería ser la mamona que era cuando llevaba el uniforme de la secundaria- No volteé porque aquí nadie me dice así, todos me conocen por Karina. Mira, ella es Mónica- Edgar esperaba que lo presentaran por su nombre, pero Euri no intentó recordarlo, adivinar o decir algún nombre parecido.

-Edgar. Hola, yo soy Edgar.- dijo haciendo especial mención en su nombre.

-¿De qué es tu nieve?- a Edgar se le estaba acabando muy rápidamente la conversación.

-De  horchata

-¿Y la tuya?

-Tejuino ¿gustas? - Mónica le ofreció de su popote sin asco, mostrando una sincera disposición a compartir -¿gustan?

Abelino sorbió un trago diciendo, qué es esta madre, el maíz fermentado, la sal y el limón explotaron en sus papilas gustativas , con un sabor muy extraño para su gusto . Tiró la mitad en la banqueta -Ey, no lo tires, si no te gustó, dámelo- dijo Mónica.

Abe se metió al vocho y salió con una caguama para rellenar el tejuino con cerveza. lo agitó con el popote y le dió un largo trago- Ahh a toda madre.- El sabor era único, una especie de michelada que no hacía discordia con el sabor del tejuino.

-¿De qué raza es tu perro?

-Ferrioni original- dijo Mónica con seguridad. el Javis soltó la carcajada.

-Ay Mónica ¿cómo te explico que Ferrioni es la marca de ropa del perrito? la raza es schnauzer- mónica ni se inmutó por su equivocación, como que estaba acostumbrada a que su amiga le hablara así.

-Hola, yo soy Valentín Trujillo, este majadero no nos presentó, dijo saludándola de beso- No sabía que ibas en nuestra secundaria

-Sí, yo a tí si te conozco, eres el presidente del comité o algo así ¿no?

-Jejejeje nel, todavía no-

La conversación comenzó a fluir y Euri les platicó su vida, las mismas cosas que le había contado a él aquella vez que trabajaron en equipo y que ninguno de sus compañeros de clase se había interesado en averiguar y sintió que la única ventaja que tenía sobre toda la escuela se había desvanecido.

El tejuino rolaba por todos y conforme se vaciaba, se rellenaba con cerveza hasta el punto en que era cerveza con hielo lo que estaban tomando.

Euri quería cerveza, pero le daba asco tomar del mismo vaso de todos. Edgar pareció leer eso y fue por uno de los últimos botes que había en el carro. La gente los miraba con mala cara y desaprobaban con coraje pero sin atreverse a decir nada a los menores emborrachándose en la calle, a ellos no les parecía importar, estaban en una burbuja de eternidad que les permitía hacer el mundo invisible.

-Ya vámonos- Dijo Euri, pero Mónica se veía muy entretenida platicando con Abelino con quien aprovechaba cada ocasión para hacer contacto físico con él.

-Súbanse morras, les damos raite, las llevamos a donde quieran.

-No mames, no cabemos.

-Andale, tu te vas en mis piernas- dijo Mónica

O en mis piernas, pensaron todos al unísono. Pero Euri se acomodó rápidamente junto a la ventana detrás del copiloto. Edgar se disputó la entrada con el Marquillo y logró sentarse junto a Euri. Abelino, el más alto, ocupó el otro extremo haciendo hasta adelante el asiento del piloto. Mónica se sentó sobre Euri y Marquillo encima de Abelino. Adelante Trujillo al volante y Javis con el perro en sus piernas. El tráfico por el partido había desaparecido y apretujados, terminaban con las últimas cervezas y tejuino que quedaban mientras escuchaban el mixtape que había cambiado la música de banda que sonaba cuando llegaron, a pesar de la incomodidad, se la estaban pasando bien.

Pasaban cerca del parque Tucson, cuando una rola del Personal inundaba de un confortable incomodidad en el interior del vocho, Euri no los había escuchado nunca y la letra de la canción la llevaba a lugares al redor de la calzada y el centro que reconocía, pero no solía frecuentar. Después de algunas vueltas sin rumbo, Euri les indicó que se estacionaran a unas cuantas cuadras de su casa.

-Bueno, nos vemos- Dijo empujando con la pierna a Javis para que abriera la puerta. Mónica se tomó el tiempo para despedirse de beso de todos. Euri la esperaba impaciente  fuera del carro; Edgar intentaba salir para acompañarla, pero Mónica intercambiaba e-mails con Javis.

Euri no se despidió de nadie, se perdió en la banqueta entre las sombras de los naranjos que inundaban el sereno con su perfume de jazmín. Abelino encaminó a Mónica y Edgar contaba los minutos que faltaban para regresar a clases y saludarla de beso de nuevo.

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Del otro lado 5

viernes, abril 17, 2015


Era uno de esos días raros en los que no se sabía lo que iba a pasar, un rato hacía un calorón de los mil diablos, como en Culiacán decía Trujillo, y al momento, el cielo se nublaba y se dejaba venir un aeronazo que anunciaba una lluvia indecisa.

El tráfico se hizo más denso después de pasar los estudios de televisión del canal 6, donde hacen Sixto en vivo wey, siempre he querido ir a ese programa, dijo el Javis. Banderas de Chivas y Atlas ondeaban en el lento avanzar de los carros, el padre de una familia que viajaba en un spirit blanco adelantito del vocho, le gritó a un grupo de atlistas que caminaban por la banqueta, ¡Pinchis margaritas mariconas! mientras hacía como que contaba las estrellitas alrededor del escudo de la playera de su equipo, los chicos del atlas habían salido calientitos del partido y aventaron al carro los botes de cerveza a medio tomar; el del spirit ordenó a su esposa e hijos que subieran los vidrios de las ventanas, los rojinegros alcanzaron a arrebatarle la bandera tricolor que el hijo ondeaba en la parte trasera del carro, ante la imposibilidad de avanzar en el tráfico atascado. 
-Ah cabrón, pues hoy fue el clásico, ponle en el canal 58 para ver cuanto quedaron. 
-No mames, el radio no tiene estación 58- dijo Marquillo. 
- Es en am pendejo- intervino el Javis mientras sintonizaba hábilmente el estero.

El comentarista, de notoria afición atlista que no podía esconder, hablaba apasionado sobre el gran partido que se acababa de celebrar en el coloso de la Calzada, en el que a pesar de haber terminado empatados, como en las últimas 10 ocasiones que se enfrentaron según las estadísticas, se vivió un juegazo con final a lo Atlas, dijo el locutor.

-Ya cámbiale a la verga loco. Puro Tomateros ¿Verdad Trujillo?- Dijo Marquillo.

-Oh, espérate wey- Contestó Edgar interesado en las palabras de la radio que se convertían en imágenes dentro de su cabeza donde su imaginación, recreaba con facilidad las escenas del partido.

Corría el minuto 93 del tiempo añadido, cuando Borgetti bajó de cabeza un centro largo, habilitando a Christian Domizzi que entraba al área, en un intento desesperado de Carlos Turrubiates por impedir que pasara el hombre o la pelota, pero núnca los dos juntos, se barrió por detrás del argentino quien exageró en la caída. El arbitró corrió hacia él, amagando con sacarle la tarjeta amarilla al ex de Rosario Central y Newells al considerar que había fingido la falta.

Los atlistas seguían rodeando amenazantes el spirit blanco, la familia estaba asustada pero ninguno de los carros alrededor se atrevía a intervenir, solo miraban con morbo e indiferencia.

Pero el abanderado corrió hacia el silbante para corregirlo indicándole que sí había sido penal. La mitad del estadio enloqueció dejando mudo al chiverío con las fanfarrias seguidas del grito ¡ATLAS! Eh loco esa madre es del beisbol, dijo Abelino.

Mejor final de juego no se podía tener señores, dijeron en la radio, pero cuando es a lo Atlas, así como se puede ganar en el último minuto, también se puede perder, o empatar como en este caso. El propio Domizzi agarró el balón y se dispuso a cobrar desde los 11.15 con sobrada confianza, corrió con paso calmado amenazando con disparar a la derecha, engañando al portero Zuñiga quien recostó a su costado intentando adivinar, pero de último momento picó la bola a lo Panenka, la pelota parecía ir en cámara lenta, de cucharita hacia el centro de la portería. El Pulpo, reaccionó en el último segundo atajando a una sola mano para después hacerse del balón todavía acostado en el pasto. La afición chivista se puso como loca festejando el empate como si se hubiera tratado del campeonato.

Los del Atlas siguieron su camino mientras incendiaban la bandera de chivas que le arrebataron al niño, dejando el carro con algunas abolladuras y cristales cuarteados.

A Edgar le gustó la personalidad de ese equipo, y supo que le sería fiel para toda la vida. Era muy fácil irle a un equipo como Chivas, con todos sus campeonatos conseguidos por puros mexicanos. En cambio escoger al Atlas, implicaba sacrificio, sufrimiento, frustración, sentimientos con los que sabía convivir muy bien, pero también el gozar de las victorias efímeras como los pequeños placeres de la vida. Algo muy parecido al amor de las canciones románticas que su madre solía poner en Fórmula Melódica mientras hacía el quehacer.

continuará...

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Del otro lado 4

martes, marzo 31, 2015

Habían pasado la primer semana de vacaciones repitiendo la misma rutina todos los días; a Edgar y Javis no le molestaba pasar la mayor parte del día jugando Street Figter y las Tortugas Ninjas en casa de Fernando, pero también tenía a su completa disposición en vocho del 86 en perfectas condiciones, con la condición de ponerle gasolina y con la coperacha sacaban hasta para unas caguamas y una cajetilla de cigarros. Edgar nunca ponía dinero, las contadas ocasiones que su padre le daba algo era cuando encontraba unas monedas en el sofá donde su papá se quedaba dormido si es que ese fin de semana dormía en casa, donde eran común las amanecidas. Pero ninguno de sus amigos le recriminaba nada, y Javis, quien era el único que trabajaba, seguido hasta disparaba los tacos.
            -No hay pedo vato, yo picho- Decía siempre Abelino como si no le pesara quitarse la chamarra para prestársela a su amigo, en una tarde que de repente se puso fresca en la daban vueltas por la colonia gritándole a la gente, cosas que intentaban ser graciosas.
           -¡Ya déjala güevon! – Gritó el Marquillo por la ventana a una pareja que se besaba en una esquina esperando la combi.
Generalmente venían hablando de las pendejadas cotidianas que pasaban en el momento, pero Edgar, en agradecimiento por haberlo ayudado a recuperar su walkman, les había grabado un mixtape variado, con canciones que fueran del gusto de todos.
1.- High & Dry - Radiohead                7.- La Culebra- Banda Machos
2.- Una página más - Los Baron de Apodaca    8.- Nirvana - Territorial Pissings
3.- control machete-    Andamos Armados        9.- Caifanes - La celula que explota
4.- Montañas de Agua- Babasonicos        10.- Ice, Ice Baby - Vanilla Ice
5.- La Tapatía - El Personal                11.- molotov- Mas vale cholo
6.-Chalino - Flor Margarita                12.- Dos monedas- Ramon Ayala
Después de algunos minutos de silencio en lo que se daba vuelta el casette estaba una canción oculta que no estaba en la lista de la caja dibujada con una pluma de tres tintas, Alive de Pearl Jam y todos se ponían a menear la cabeza mientras cantaban:
“ohhh ahhhhh ahhh I stay alive ohhhh ohh ohh ahhhhhh ahhh I stay alive…”
. Pero la mayor parte del tiempo se la pasaban, zorreando a las mamacitas de barrio y hablando de calenturas.
-Vamos a Plaza del Sol-
-Nel, está bien lejos-
-Al cine a ver Batman
-Que gueva, Fernando tienen las películas chidas cinco meses después que salen en el cine.
-Bien poquito tiempo
-Ey
- A mi me vale verga mientras tenga mi caguama- dijo Billy al ritmo de la música que tronaba en el interior del vocho.
-Wey no mames, soñé que me fajaba a la Paty y que luego me pegaba unos güagüis– Dijo el Javis.
-Pendejo, hubieras soñado que te la cogías, porque no creo que vayas a logarlos ni en tus sueños, por lo visto.
-Yo soñé que me culiaba a tu mamá Abe– Dijo Marquillo
-Chinga tu madre wey, con mi jefa no te metas - La verdad, es que la jefa de Abelino era una señora muy hermosa, hembra sonorense que siempre estaba bien arreglada y no le daba verguenza mostrar su belleza como al resto de las ñoras tapatías.
-Es que la neta tu mamá tiene las chichis bien grandotas wey, bien ricas, bien jugosas.
-Ricas y jugosas esas plebitas. Hola mamacitas A dónde van tan solitas, si quieren les damos rait. Aquí se vienen, sentaditas en mis piernas.
-Simón, vénganse morras, a dar un paso mágico y misterioso por los confines cósmicos de esta ciudad- Dijo Javis, pero la neta, las morras solo se volteaban cuando Abe les hablaba, con su acento sinaloense preguntando sobre alguna de esas calles con nombre de número, pero de poco servía por la inexperiencia de fernando en el vocho que se le apagaba cada que disminuían la velocidad para acercarse a ellas.
Edgar sugirió buscar a Euri, no sabía dónde vivía, ni siquiera sabía donde era Jardines Alcalde, pero un presentimiento le indicaba que había probabilidades de que la encontrara, de cualquier forma, cualquier otro rumbo donde las calles no fueran como el centro.
-Amola, dále por Belisario hasta circunvalación- Javis conocía muy bien la ciudad  -por el canal 6-  interrumpió Marquillo a Javis, donde hacen Sixto en vivo- y de ahí le das para Tránsito y por ahí es- Fernando encendió un Marlboro Light y le subió a una rola de Nirvana que se salía por las ventanas.
 Continuara...

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Del otro lado 3

viernes, marzo 27, 2015

Para las vacaciones de Semana Santa Edgar ya se había hecho compa de muchos del salón que básicamente se dividían en los que le iban al Atlas y los de Chivas, que convivían en armonía hasta semanas antes del clásico, se armaban las cascaritas en los recesos, Edgar no sabía en cual equipo jugar; sus amigos del camino, al ser del norte, el futbol les valía madre y preferían el beisball. Fernando le iba al América, nomas por decir y porque en su cargo en el comité de deportes debía saber algo al respecto ya que junto con el profe de educación física, a quien paradójicamente le decían “el botas” por su gusto de la música de banda, debían armar la selección que los representaría en un torneo distrital de secundarias, en el que seguramente se toparían a los cucarachos de la 51.


El último día antes de las vacaciones la maestra de ciencias sociales, les pidió que formaran grupos de 3 y discutieran sobre el aborto y la eutanasia.
Pocas niñas le hablaban a Euri y los morros habían evolucionado el apodo de “jaladora” a “Panochita” debido a una ocación en la que se le marcó el camel toe en el short para la clase de educación física. Euri no daba importancia, se mostraba frívola e inmune a las habladurías, parecía que ni siquiera la molestaba, le valía madre y mataba el tiempo entre cambios de clases, arreglándose las uñas y leyendo la revista Eres. En realidad no era como la fama que la precedía, a Edgar no le fue difícil quedar en su equipo y se portó buena onda ante sus comentarios y la realización del trabajo se hizo amena y ágil, ya que también se había unido al grupo Nadia, “Nadia Tomaleche”, le decían por su rostro lleno de espinillas que se asemejaban a senos lactantes según los compañeros del salón, pero era de las más inteligentes de la clase.
Se enteró que Euri vivía en Jardines Alcalde, pero la empresa de su papá se encontraba por estos rumbos, por eso siempre venía alguien a recogerla.
continuara...

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Del otro lado de la calzada pt 2

viernes, febrero 27, 2015

En la calle, el sol calentaba la banqueta de asfalto y se podían ver las ondulaciones distorsionando el horizonte. Por ninguna de la rutas que había probado habían muchos árboles que hicieran sombrita en el camino para entrar a la escuela. Sabía que encontraría a los muchachos que le hicieron el paro para recuperar su walkman.
Por la tarde no había bronca, porque el viento fresco le permitía hasta ponerse el sweter verde para andar agusto. En el día hacía mucho calor y Edgar se amarraba el sweter por la cintura como sus héroes grunge. Al pasar por una cerca, un rotwailer asomó su enorme cara enseñándole los dientes intentando morderlo a través de los barrotes del cancel. Cuando se le bajó el golpe de adrenalina, tomó nota en su mapa mental de reconocimiento de la colonia, si quería sobrevivir ahí tenía que conocer el entorno.
    El único árbol del camino era un gigantesco que hule refrescaba la esquina donde unos morritos jugaban a ser inmortales, las raíces eran como troncos que levantaban la banqueta y llegaban a la puerta de un local de maquinitas de donde salieron los muchachos con unos refrescos en bolsita.


  • Hey que onda loco, caile con nosotros, amos pal mismo lado. ¿vives por aquí?
  • Simón -Contestó con timidez Edgar- Soy nuevo aquí, me vine a vivir con mi papá
  • Tus papás se divorciaron o qué
  • Calla imbécil, esas cosas no se preguntan. Disculpa a este idiota, soy Fernando Aldama- Se presentó el de la sonrisa de calavera, su trato era seguro y amable, Edgar ya lo conocía, toda la secundaria lo conocía, en parte porque era la segunda vez que cursaba el primer grado, además que formaba parte del comité de alumnos, su personalidad y seguridad lo hacían muy popular en la escuela- Él es mi primo Abelino que acaba de llegar de Tijuana.
  • ¿De Tijuana? yo pensé que eras de Sinaloa.
  • Cual Sinaloa pendejo- contestó Abelino soltándole un sope que no vió venir.
  • Hola yo soy Javier, pero me dicen el Javis, trabajo con mi papá en una tienda de electrónicos en López Cotilla, por eso te digo que está cagado arreglar tus audífonos- señaló los auriculares amarillos que descansaban en sus hombros, el cable recorría hasta dentro de su mochila.- Y este wey, es el Marquillos, el Cagón- Sin decir, agua va, Fernando le dió otro rápido sopapo en la frente..
  • Vete a la verga wey. Hay bien muchos de Sinaloa, se dejó venir el bandonón.
  • Esa fue por haber preguntado del divorcio. A este bato le pusieron el cagón porque un día se hizo caca en los calzones.
  • No me cagué pendejo, me eché un pedo con premio -los demás no pudieron aguantar la risa pero Edgar no lo hizo para acompañar a Maquillo en su silencio.
  • Y como le hiciste para limpiarte.
  • Deja eso, estaba bien lejos del cantón, habíamos ido a los cines de Revolución, y pos me metí al baño y me limpié con las trusas y las tiré a la verga
  • jajajajja- Y ahora si, Edgar no aguantó la risa- Yo hubiera hecho lo mismo- contestó y Marquillo le sonrrió con simpatía.- Yo soy Edgar.
  • ¿Y en qué salón vas?
  • En el A ¿Ustedes van en el D, verdad?
  • Ey, como supiste
  • Lo sospeché, el D es el de los Desmadrosos
  • Que pedo con el cucaracho del otro día, se quiso pasar de verga queriéndote robar tu walkman- Dijo javis.
  • Los de la 4 y los muertos de hambre de la 51 tenemos un pleito cantado desde hace muchos años. Es algo que se ha ido heredando de generacion en generación y es una rivalidad deportiva.
  • Además los de la 51 son chivas y los de la 4 atlas. Lo cual es una paradoja porque el Atlas no ha sido campeón desde el 51, o sea que tiene XX años sin ganar.
  • ¿Juegas Futbol? yo soy el consejal de deportes y estamos armando una selección para un partido contra ellos.
  • A huevo.
  • Te apesta.
  • Ven wey, súbete a la patineta, esta bajadita esta bien perra- dijo el Marquillo.
  • Nel, no sé andar en patín.
  • No hay pedo, te sientas en ella y nosotros te empujamos. Pásame tu mochila.
    Como si fuera una especie de rito de iniciación, Edgar obedeció sin mucha convicción, miró la calavera dibujada bajo la tabla, Zorlack alcanzó a leer antes de acomodar su  acomodando su trasero al final de la tabla y las piernas al frente. Los muchachos lo empujaban por la espalda hasta alcanzar suficiente velocidad para bajar la cuesta, las llantas de la patineta recorren el asfalto negro, Edgar se aferra a la tabla y su cuerpo se llena de rapidez, el sol le pega pleno en la cara y el calor se difumina con el viento que refresca su rostro sudoroso.


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