todavia lo del fin de semana
miércoles, febrero 21, 2007
En el camino nos contactaron unos amigos para ver qué íbamos a hacer y acoplarse, así que como un invitado invita a cien, quedamos de vernos en la Normal para ir al departamento del primer amigo y de ahí salir a la fiesta del segundo amigo, ufff. El departamento estaba bastante chido. Subiendo las escaleras te recibía un enorme cuadro de la jeta simiesca de Keith Richards y por todos lados había fotografías del Chegue Bara y demás ondas de casa jipiosona. Me recordó un chingo a la casa de un amigo que vivía en Villahermosa Tabasco y que después se cambió a Xalapa Veracruz y que ahora vive en Puerto Vallarta. Además una de las paredes estaba adornada por un montón de fotografías infantiles de los amigos que suelen frecuentar el lugar para cotorrear. Una especie de álbum fotográfico de la familia que uno escoge, los amigos. Me pareció bastante raro pero se me hizo chido el detalle.
Los gueyes que vivían ahí tenían un arbusto de mariguana en su sala, además de otras plantas de iguales dimensiones en el pasillo y sepa Dios donde más. Ahí viven 3 hombres y un par de extranjeras (de Inglaterra), siendo uno de ellos hermano de uno de los arquitectos graduados. Pero todo el tiempo llega gente a cotorrear e inclusiva muchos de ellos se quedan a dormir ahí; es una especie de comuna jipi para explicarme mejor.
Yo ya había comenzado a relacionarme tímidamente con los arquitectos desde la tarde, pero todavía tenía la sensación de que la noche anterior había hecho el ridículo en el funeral y no estaba siendo el mismo payaso en el que suelo transformarme cuando me emborracho. Mis amigos estaban sentados en un rincón sin tratar de mezclarse con nadie y pues yo tampoco lo estaba intentando pero no comprendo por qué razón muchos de los desconocidos que estaban ahí, me buscaban para platicar.
A los arquitectos también como que les dio para abajo, porque el ambiente festivo de la comida se había diluido en la efervescencia jipi en la que nos encontrábamos
No sé, me sentía raro porque todo el mundo era muy amable conmigo, se me acercaban y me contaban cosas no tan triviales con suelen ser las pláticas de borrachos, me regalaban cervezas e inclusive me invitaron a regresar cualquier otro día al depa y llevar alguna fotografía infantil (no por el tamaño sino de morrito pues) para ponerla en la pared, es más, hasta me regalaron unas fumadas sin que yo las buscara y una revista de 1994 donde venía un artículo de una banda mundialmente desconocida que por alguna razón a me tocó escuchar.
CONTINUARA