Luna Conejo (7ta parte)
lunes, septiembre 08, 2014
En seis días volveré a ver a Esperanza y sabré si mi futuro va a cambiar de la ligera manera que lo imagino o seguiré este vórtice existencial en el que me encuentro atrapado. Fiusha es el color de mi situación, fiusha triste como el dibujado en el horizonte del atardecer en este lago rodeado de volcanes y montañas de tierra uterina.
Hoy me dejo dominar a mi manera mientras, flotando a la deriva en las aguas que reflejan los colores del cielo entre ondulaciones rosas y rojas, y miro que la del conejo esta al doble de su tamaño, apenas alzándose en lontananza. Me jala hacia ella mientras creo posibilidades en mi mente al ritmo del ligero oleaje, mientras la bóveda celeste ya es de azul casi morado y algunas estrellas comienzan a brillar en chisporroteos blancos. No me gusta pensar en lo que el destino me tiene preparado y qué tanto es determinación mía.
Tenemos nueva vecina, en realidad es más antigua que nosotros en el hotel, pero como apenas coincidimos en tiempo y espacio sin paredes de por medio, solo conocíamos sus ronquidos y creímos que se trataba de un trailero desvelado o algo así.
Su nombre es Catherine, su cabello es rubio y sus ojos claros, es gringa madura que por quién sabe qué motivos personales de su vida la trajeron a Centroamérica a trabajar como mesera en un restaurant bar del que sale justo cuando comienza la fiesta, por lo que su horario biológico no coincide con nuestro horario nocturno, pero es una mujer interesante y nos trata con familiaridad invitándonos a que la visitemos en su trabajo. No es sexy y se ve que la vida la ha tratado muy mal, pero emana una confianza como si hacía rato hubiera dejado muchas cosas atrás.
José quedó de verse con Marisa ya que les quedan pocos días antes de que regresen a casa, y para como va todo, podría ser la única oportunidad de que consiga algo en este viaje.
Aplicamos la táctica de llegar elegantemente tarde con las chicas y vamos a visitar a Catherine sin sobriedad y con cerveza digerida, circulando por nuestras venas. Llegamos con la seguridad de los grandes y pedimos el ron más barato con la seguridad de los pobres.
¿Y ahora qué? El lugar está más muerto que mis aspiraciones en la vida y Catherine reta a José en un mano a mano de billar. El juego se comienza bueno, José inicia metiendo 3 bolas en poco tiempo, Catherine solo mete una. Yo no termino de entender que hace una mujer como Catherine en este lugar, mientras enfoca la bola roja apuntándose con el taco nos platica sobre su trabajo, y comienza a recitarnos el menú de memoria, imagino que tal vez huyó de una tragedia familiar, lengua en salsa verde, Catherine mete la roja en la buchaca de en medio y solo le quedan 3 bolas, un divorcio, José se inquieta y alcanza a empatar, la muerte de algún familiar cercano, chiles rellenos, espero ansioso que José pierda para jugar contra ella. A José le quedan dos bolas y a Catherine solo le falta la bola negra y pasan 3 turnos llenos de tensión en los que José recupera la desventaja y la tiene a modo para ganar y Catherine continua con el listado de platillos que recita en un español con marcado acento norteamericano y mi amigo falla. Ella esboza una sonrisa, estira su menudo cuerpo que estira graciosamente para alcanzar la bola con el taco, cierra uno de sus ojos y con firmeza retaca la 8 seca en la esquina ¡Gana!
Que felicidad siento por dentro, jugare contra ella.
José reniega y dice que fue trampa, me entrega el taco y se va a una esquina a mirar su celular. Yo estoy emocionado, y Catherine dice que lo hagamos interesante, si pierde, nos invita la cena, sino, pagamos doble. Pienso en frijoles negros revolcados y meto la primera, pepián de res, meto la segunda, chuchitos con atol, meto la tercera, güisquilitos con queso y meto la cuarta. Catherine no esperaba que su táctica del menú le funcionaria en contra pero fallo la quinta; ella solo mete dos, yo no meto ninguna después y ella tampoco. Arrocito a la cilantro, meto la quinta pero fallo la sexta, ella no mete y sin pensar en nada meto la sexta y séptima, ¡haaa que bien me siento! Catherine comienza a reponerse y mete tres al hilo, pero tengo la esperanza de José puesta en mí, aunque él esté más interesado en irse con las chicas y el juego le parezca aburrido. Catherine parece darse cuenta y como si lo hiciera a propósito mete la negra cuando aún le faltaban bolas por meter para terminar el juego. Sin embargo nos dice que la cena nos la llevará al hotel con las sobras del restaurant.
Acompaño a José con las chicas aunque realmente no tengo ganas de ir, me hubiera gustado quedarme con Catherine, no es que me la quisiera coger, de hecho era algo raro que ni si quiera se me antojara, por lo que decido regresar y no entorpecer a mi amigo en el provenir de su noche.
Le digo a Catherine que la espero a que salga y miro las horas consumirse hasta que la veo acercarse con una sonrisa y me pide acompañarla a casa de un conocido, salimos del pueblo y caminamos bajo la luz de la del conejo por senderos entre maizales y cultivos hasta que llegamos la costa del lago, a una vivienda que parece estar sin terminar de construir, donde nos recibe un tipo bajito llamado Alvar, quien se porta demasiado amigable con Catherine y no deja de abrazarla y acariciarla propiciando el contacto físico cada que fuera posible. Me convencen de tomar aguardiente puro y la percepción se torna confusa, nos tomamos tres tragos más y Catherine no me desatiende, me mira con buenos ojos y se ríe sinceramente de 2 chistes míos, se muestra como una hembra alfa con dominio de sí misma. No estoy seguro pero tengo la impresión de que a los tres nos está cruzando el mismo pensamiento al mismo tiempo. Alvar absorbe de una cebolla de cristal y entre su risa sale en volutas de un humo intensamente blanco, que después comparte con la gringa. Comienzo a sentirme incomodo ya que el intenso olor potencia mi autismo y decido irme ante los intentos por detenerme. No conozco el regreso a casa y camino confundido y desorientado entre los maizales por lugares donde no hay caminos. Intento recuperar lentamente la tranquilidad y miro a mi alrededor para orientarme siendo muy evidente el enorme lago que luce imponente y mágico, iluminado por una luna que se duplica en sus aguas, solo tengo que caminar al lado contrario, alejarme de ese lugar.
El camino para llegar al hotel luce desolado, tétrico, además, olvidé que las llaves del cuarto las trae José, así que resbalo mi espalda en la puerta del cuarto. 47 minutos después me despierta Catherine en pijama, se ve muy bien en sus chorsitos color mamey, entregándome la comida que me prometió en el juego de billar, para regresar de inmediato a su cuarto. Justo al terminar de comer llega José con una aventura real y compartimos historias dentro del cuarto.
Hoy me dejo dominar a mi manera mientras, flotando a la deriva en las aguas que reflejan los colores del cielo entre ondulaciones rosas y rojas, y miro que la del conejo esta al doble de su tamaño, apenas alzándose en lontananza. Me jala hacia ella mientras creo posibilidades en mi mente al ritmo del ligero oleaje, mientras la bóveda celeste ya es de azul casi morado y algunas estrellas comienzan a brillar en chisporroteos blancos. No me gusta pensar en lo que el destino me tiene preparado y qué tanto es determinación mía.
Tenemos nueva vecina, en realidad es más antigua que nosotros en el hotel, pero como apenas coincidimos en tiempo y espacio sin paredes de por medio, solo conocíamos sus ronquidos y creímos que se trataba de un trailero desvelado o algo así.
Su nombre es Catherine, su cabello es rubio y sus ojos claros, es gringa madura que por quién sabe qué motivos personales de su vida la trajeron a Centroamérica a trabajar como mesera en un restaurant bar del que sale justo cuando comienza la fiesta, por lo que su horario biológico no coincide con nuestro horario nocturno, pero es una mujer interesante y nos trata con familiaridad invitándonos a que la visitemos en su trabajo. No es sexy y se ve que la vida la ha tratado muy mal, pero emana una confianza como si hacía rato hubiera dejado muchas cosas atrás.
José quedó de verse con Marisa ya que les quedan pocos días antes de que regresen a casa, y para como va todo, podría ser la única oportunidad de que consiga algo en este viaje.
Aplicamos la táctica de llegar elegantemente tarde con las chicas y vamos a visitar a Catherine sin sobriedad y con cerveza digerida, circulando por nuestras venas. Llegamos con la seguridad de los grandes y pedimos el ron más barato con la seguridad de los pobres.
¿Y ahora qué? El lugar está más muerto que mis aspiraciones en la vida y Catherine reta a José en un mano a mano de billar. El juego se comienza bueno, José inicia metiendo 3 bolas en poco tiempo, Catherine solo mete una. Yo no termino de entender que hace una mujer como Catherine en este lugar, mientras enfoca la bola roja apuntándose con el taco nos platica sobre su trabajo, y comienza a recitarnos el menú de memoria, imagino que tal vez huyó de una tragedia familiar, lengua en salsa verde, Catherine mete la roja en la buchaca de en medio y solo le quedan 3 bolas, un divorcio, José se inquieta y alcanza a empatar, la muerte de algún familiar cercano, chiles rellenos, espero ansioso que José pierda para jugar contra ella. A José le quedan dos bolas y a Catherine solo le falta la bola negra y pasan 3 turnos llenos de tensión en los que José recupera la desventaja y la tiene a modo para ganar y Catherine continua con el listado de platillos que recita en un español con marcado acento norteamericano y mi amigo falla. Ella esboza una sonrisa, estira su menudo cuerpo que estira graciosamente para alcanzar la bola con el taco, cierra uno de sus ojos y con firmeza retaca la 8 seca en la esquina ¡Gana!
Que felicidad siento por dentro, jugare contra ella.
José reniega y dice que fue trampa, me entrega el taco y se va a una esquina a mirar su celular. Yo estoy emocionado, y Catherine dice que lo hagamos interesante, si pierde, nos invita la cena, sino, pagamos doble. Pienso en frijoles negros revolcados y meto la primera, pepián de res, meto la segunda, chuchitos con atol, meto la tercera, güisquilitos con queso y meto la cuarta. Catherine no esperaba que su táctica del menú le funcionaria en contra pero fallo la quinta; ella solo mete dos, yo no meto ninguna después y ella tampoco. Arrocito a la cilantro, meto la quinta pero fallo la sexta, ella no mete y sin pensar en nada meto la sexta y séptima, ¡haaa que bien me siento! Catherine comienza a reponerse y mete tres al hilo, pero tengo la esperanza de José puesta en mí, aunque él esté más interesado en irse con las chicas y el juego le parezca aburrido. Catherine parece darse cuenta y como si lo hiciera a propósito mete la negra cuando aún le faltaban bolas por meter para terminar el juego. Sin embargo nos dice que la cena nos la llevará al hotel con las sobras del restaurant.
Acompaño a José con las chicas aunque realmente no tengo ganas de ir, me hubiera gustado quedarme con Catherine, no es que me la quisiera coger, de hecho era algo raro que ni si quiera se me antojara, por lo que decido regresar y no entorpecer a mi amigo en el provenir de su noche.
Le digo a Catherine que la espero a que salga y miro las horas consumirse hasta que la veo acercarse con una sonrisa y me pide acompañarla a casa de un conocido, salimos del pueblo y caminamos bajo la luz de la del conejo por senderos entre maizales y cultivos hasta que llegamos la costa del lago, a una vivienda que parece estar sin terminar de construir, donde nos recibe un tipo bajito llamado Alvar, quien se porta demasiado amigable con Catherine y no deja de abrazarla y acariciarla propiciando el contacto físico cada que fuera posible. Me convencen de tomar aguardiente puro y la percepción se torna confusa, nos tomamos tres tragos más y Catherine no me desatiende, me mira con buenos ojos y se ríe sinceramente de 2 chistes míos, se muestra como una hembra alfa con dominio de sí misma. No estoy seguro pero tengo la impresión de que a los tres nos está cruzando el mismo pensamiento al mismo tiempo. Alvar absorbe de una cebolla de cristal y entre su risa sale en volutas de un humo intensamente blanco, que después comparte con la gringa. Comienzo a sentirme incomodo ya que el intenso olor potencia mi autismo y decido irme ante los intentos por detenerme. No conozco el regreso a casa y camino confundido y desorientado entre los maizales por lugares donde no hay caminos. Intento recuperar lentamente la tranquilidad y miro a mi alrededor para orientarme siendo muy evidente el enorme lago que luce imponente y mágico, iluminado por una luna que se duplica en sus aguas, solo tengo que caminar al lado contrario, alejarme de ese lugar.
El camino para llegar al hotel luce desolado, tétrico, además, olvidé que las llaves del cuarto las trae José, así que resbalo mi espalda en la puerta del cuarto. 47 minutos después me despierta Catherine en pijama, se ve muy bien en sus chorsitos color mamey, entregándome la comida que me prometió en el juego de billar, para regresar de inmediato a su cuarto. Justo al terminar de comer llega José con una aventura real y compartimos historias dentro del cuarto.