Por no chambiar
jueves, mayo 11, 2006
Cuando Martha decidió hacer caso al anuncio del periódico nunca imaginó que la entrevista fuera algo como esto. Sintió una especie de excitación e intriga, una curiosidad sexual por conocer el mundo del porno. Pero la entrevista era como cualquiera de las muchas que había tenido para conseguir algún trabajo. Bueno, casi.
Esperaba algo más erótico, pero su interlocutor era algo amanerado, casi homosexual pero no, tal vez algo asqueado de las mujeres y el sexo. Algo así como un ginecólogo después de un duro día de trabajo viendo vaginas. Vagina, hasta el nombre le sonaba horrible, aunque para Martha no había ningún nombre que le pareciera adecuado para su sexo, pucha, panocha, coño, cola, coliflor, panela, vagina, todos horribles. Por eso, le llamaba a la suya, cariñosamente Lupita; pero ese nombre era sólo para ella; a pesar de que le daba una especie de ternura, también se sentía ridícula. Por eso, con sus parejas prefería decirle: “el pussy”, una palabra más adecuada para su concepción sobre el sexo, más rítmica, más suave y cálida, acogedora, muy distinta a una agresiva vagina.
Martha ¿Podrías quitarte la ropa? Claro. Se quitó primero el pantalón, afortunadamente apenas ayer se había afeitado y de manera estratégica vestía una tanga de encaje negro, su preferida, la de hilo dental que resaltaba sus nalgas, consiente de que en ella, la diversión no estaba en la parte de arriba, más bien en la cama.
Estaba orgullosa de su comportamiento sexual. Le gustaba pensar en una frase que un día se le ocurrió “El tamaño de los senos o nalgas no importa, sino en la forma en que las mueves” y vaya que sabía cómo hacerlo.
¿Cuál es tu mayor fantasía sexual? Martha se quedó pensando, a sus 23 años ya todas las había cumplido. Mmm, no sé tal vez hacerlo con un chico y una chica al mismo tiempo, contestó por decir algo, fingiendo una sonrisa desnuda ante la cámara de video ¿Te gustan las mujeres? Sí, las chicas están bien.
A pesar de que nunca había tenido problemas, su habilidad para amar, más que beneficiarla, la dejaba insatisfecha. Sus parejas, invariablemente, tarde o temprano terminaban por no cumplir con sus expectativas y al final tenía que satisfacerse ella misma con sus dedos o juguetes. Por eso con las mujeres era diferente. Martha no era lesbiana ni ninfómana, le dijo su psicóloga. Eres más bien heteroflexible, tu umbral sexual es más grande que el de la mayoría, tus límites son más amplios y disfrutas intensamente tu sexualidad sin distinción de géneros. Y fue entonces que dejó de sentirse culpable. Aunque no le sirvió de mucho ya que los hombre no la tomaban enserio, a menudo se sentían intimidados o terminaban por mostrar actitudes moralistas ¿Qué era mejor?, ¿que no la bajaran de puta? O pasar el resto de su vida reprimida y atada a relaciones estables, pero sexualmente monótonas.
Sí, sí tenía una fantasía sexual después de todo. Aparecer en una película porno.