Les Petites Écolières
lunes, octubre 20, 2008
Tendría tal vez 10 años, lo que es seguro es que no pasaba de los 12 ya que todavía no terminaba la primaria. Solía andar con mi amiga Marisol quien ya estaba en la secundaria y era más grande que yo, más alta, con abundante cabello chino de color güero de rancho, todo maltratado y opaco como si nunca se lo lavara, además siempre llevaba el uniforme de la secundaria técnica donde estudiaba, yo aborrecía ese chaleco color café cucaracha y la falda de cuadritos grises, Dios me libre de entrar a un colegio de gobierno, pensaba, además de esos horrorosos zapatos de suela de goma transparente. A Marisol no le importaba mucho como se veía, las medias todas guangas, no le preocupaba para nada su apariencia, lo único que le importaba eran los chicos. Yo, al contrario, llegando de la escuela y después de hacer la tarea, me ponía las mayas verdes que tanto me gustaban y un vestido corto de flores psicodélicas, me hacía una cola de caballo con fleco al frente y me salía a dar la vuelta por la manzana en mis patines en línea cuando todas las demás todavía usaban de los de cuatro llantas. A mí me gustaba juntarme con Marisol porque siempre me contaba cosas que ninguna de mis otras amigas habían vivido; cómo se besaba con su novio y se metían a su casa porque nunca estaban sus papás y se fajaban en el sofá de la sala y se tocaban sus partes prohibidas. Una vez me platicó que se la había chupado a su novio y yo toda emocionada le preguntaba que cómo se sentía y ella decía que nada, que era como estarse lamiendo un dedo de la mano.
Ya sé que yo estaba chiquita pero desde más chica todavía, siempre estuve interesada en las cosas que tuvieran que ver con el sexo. Cuando mis papás rentaban alguna película en el videocentro y venía alguna escena donde “lo hacían”, ellos nos pedían que yo y mis hermanos nos tapáramos los ojos y adelantaban la cinta, pero yo siempre me levantaba temprano al día siguiente para ver la escena que no nos dejaron ver, casi nunca se veía nada, solo parejas besándose con la lengua y encimándose bajo las sábanas, a veces se le veían los senos de las muchachas y muy pocas veces desnudos frontales donde la chica enseñaba los bellos de su vientre y yo me preguntaba cuándo me iban a salir a mí, cuando me iba convertir en una mujer. Pero lo que yo realmente quería ver era el pene de los hombres y nunca se me hizo, hasta esa tarde en que fui a buscar a Marisol para que me platicara sus últimas aventuras con Fernando. Él llegaba a checar por la noche porque iba en el turno de la tarde, no era muy guapo pero siempre traía el carro que le prestaban sus papás y se vestía chido, siempre tenía tenis LA Gear nuevos, blancos y limpios, pantalones Levis 501 y el cabello castaño lacio con corte de honguito, además era buena onda, a pesar de que yo era una chiquilla latosa, no le importaba que estuviera con ellos; yo no sé por qué se le gustaba Marisol, era una fodonga, aunque estaba bonita, no se cuidaba y comenzaban a salirle un montón de espinillas en la cara y estaba subiendo de peso, la adolescencia no le sentaba bien, su cuerpo se estaba transformando en el de una marimacha, mientras que el mío seguía siendo el de una niña, toda flaquita, con el cabello lacio, lacio como baba, sin senos y sin pelos en el pubis.
Apresurada me pidió que pasara, no me quité los patines porque a Marisol no le importaba que dejara las marcas de las llantas dentro de su casa, siempre estaba sucia y había ropa tendida por todas partes, y una pila de cacharros acumulados en el lavatrastes, su mamá era la administradora del condominio y parecía que le importaban más los asuntos de la manzana que tener su casa limpia. Su hermano menor estaba sentado en la sala como esperando impacientemente mi llegada. Mira, te quiero enseñar algo, me dijo y corrió a la televisión para ponerle play a la videocasetera, tomé uno de los cojines del sofá de madera y me senté en el piso porque el sillón era bastante incomodo y en la televisión comenzó a verse una antigua película como de los sesentas o de los setentas, no sé; una mujer daba clases en una escuela para señoritas, bueno ninguna de ellas tenía edad como para estar en el colegio porque se veían ya grandes, no como Marisol ni mucho menos yo, y la maestra, que era una rubia que llevaba un vestido azul muy bonito, les estaba enseñando algo que no podía entender porque creo que era en francés y la película no tenía subtítulos, creo que era francés porque no entendía nada de lo que hablaban, y no es que yo supiera muchos idiomas ni mucho menos, pero sabía que aquello que estaba viendo era Europeo o de algún país muy lejano, y entonces le pidió a un señor, que no estaba nada guapo, que se sentara en una silla y comenzó a desabrocharle el pantalón y le sacó la verga y sin más, se puso a mamársela. Yo no sabía que hacer, estaba muy nerviosa y volteaba a ver a Marisol que miraba la película como si nada, su hermanito se rascaba los genitales compulsivamente como si tuviera mucha comezón y parecía que no podía acomodarse a gusto. El único pene que había visto era el de mi papá y cuando estaba todavía más chiquita y para nada recuerdo que estuviera tan grande como la de ese señor. Después de un rato que me pareció larguísimo la maestra se quitó el vestido y quedó solamente con unas medias azules que se sostenían con un liguero blanco y comenzó a meterse la cosa dentro de su vagina, se sentaba repetidamente encima de él y las chichis le rebotaban, nos miraba fijamente a nosotros por encima de unos lentes ahumados, casi transparentes, Ray Ban, tipo de aviador como los que usaba mi papá y el cabelló se le mecía en un rítmico compás, hasta que se levantó y con cara de éxtasis comenzó a frotarse la verga por toda su vagina y del pene empezaron a brotar una especie de mocos blancos que se embarraba por todos lados mientras las alumnas de la clase miraban atentamente aquel espectáculo y ponían una cara justo como la que estaba haciendo Marisol en ese momento. Marisol me observaba y luego volteaba a ver pícaramente a su hermanito quién también me estaba mirando, me sentí asustada y excitada y salí inmediatamente de aquella casa.
No salí a la calle el resto de aquella tarde. Les dije a mis papás que me sentía mal, que tenía fiebre, que estaba enferma; y me encerré en mi recamara y puse en la grabadora un casete de Flans mientras mis papás y hermanos cenaban y veían una telenovela de Edith González en el canal dos, quité los edredones de la cama y me metí bajo de ellos, querían pensar en otra cosa pero me la pasé recordando lo que había visto aquella tarde. Una vez que me aseguré de que todos estaban dormidos, encendí las velas aromáticas de mi cuarto y puse un casete de Tracy Chapman de mis papás, tomé uno de mis muñecos de peluche, lo puse justo debajo de mi vulva y comencé a frotarme lentamente mientras recordaba a la maestra sentada encima de ese viejo feo. No podía olvidar lo que había visto aquella tarde, aún ahora no puedo dejar de hacerlo.