Turno Vespertino
jueves, enero 22, 2009
El niño se llamaba Dany, aunque no era precisamente un niño, íbamos en el sexto año de una primaria de gobierno enclavada en una de esas colonias olvidadas por Dios. No entiendo por qué mis papás nos metieron ahí cuando llegamos a vivir a Guadalajara, por supuesto que había otras mejores, aunque la verdad es que no había mucha diferencia del cuchitril de escuela de donde venía.
De esa época recuerdo que era un pendejete medio autista que tenía un pánico absurdo de hablar con las niñas, pero había una de la que estaba enamorado, si enamorado, de esas veces que suspiras profundamente por la noche mientras acaricias una almohada en la oscuridad de tu habitación. La niña se llamaba Alma y al contrario de la mayoría de las niñas morenitas que asistían ahí (y no lo estoy diciendo de forma racista ni nada por el estilo), ella era de piel blanca y cabello castaño claro tirándole a pelirrojo, su rosto estaba condimentado con unas ligeras pecas y a mí se me figuraba que se parecía a esa niña que salía en un comercial de Ricolino de las Pecositas aciditas (¡que bolitas!) y me gustaba perderme mirándola durante las clases y no ponía atención a las pendejadas que intentaba enseñarnos la maestra. A pesar de que no ponía atención era el más destacado de la case, siempre me escogían para recitar los poemas (Yo declamaba poesías mientras que Alma y su grupo de amigas hacían coreografías de flans en los festivales de la escuela. “¿coreografias de flans? ¿a esto me hacen venir a un festival?” Decía mi mama) y fue en esa época en la que me llamaron a formar parte de la escolta de la bandera, aunque deserté al poco tiempo porque desde chiquillo, según yo, siempre he sido un RBD, y además me juntaba con los chicos malos de la escuela y algo tan ñoño como estar en la escolta afectaba mi reputación. Éramos tan malos que una vez rayoneamos las paredes del salón y cuando nos descubrieron nos hicieron venir un fin de semana a pintar, pero el día que venimos nos dedicamos a inhalar thiner y cagados de risa dejamos un desmadre peor del que habíamos hecho. También recuerdo que con esa pandilla de amigos solíamos irnos caminando a los cines de Plaza del Sol sin permiso de nuestros papás (bueno, al menos de los míos), el que se llamaba Lumier que estaba donde es el teatro Galerías y ese que había adentro de Plaza del Sol, detrás de Fabricas de Francia. Las películas que exhibían en esos cines casi siempre eran de karatecas, películas chinas de Jackie Chan y de ninjas: Las Nueve Muertes del Ninja, El Ninja Americano y me acuerdo de una donde salía Chuck Norris que se llamaba Octagón y que estoy seguro fue la inspiración para que el afamado luchador tomara el nombre, ahh y por supuesto estaban las de Bruce Lee; una vez que regresábamos de ver “el gran jefe” estábamos todos emocionados tirando patadas voladoras y jugando a que nos peleábamos entre nosotros cuando vimos a un chico popis de los que vivían en la colonia Ciudad del sol (donde se corría el rumor que un hijo, para ese entonces desconocido, de Vicente Fernández tenía su casa, justo en la glorieta de Moctezuma antes de llegar a Plaza del Sol) y mis amigos se le dejaron ir poniéndole una madriza para después tumbarle unos tenis Reebok.
Creo que fue a partir de ahí que comencé a tener interés en las artes marciales, por eso les pedí a mis papás que me inscribieran en clases y así entre en la academia del profesor Sun Jung Kim quien vivía cerca de mi casa.
Había otra pandilla de chicos malos en la primaria, los cholillos del otro salón, ellos andaban clavados en la moda del cholo chicano, les gustaba vestirse con pantalones Dickies playeras de tirantes y sombreros con plumas, además eran de los que hablaban acá ese, shi agarras la onda de cómo está el cotorreo ¿eda machin? Y se juntaban con pandilleros de secundaría que eran mucho más grandes que nosotros pero hasta eso que no se metían con nosotros. Aunque a mí siempre me tiraban mala onda, como supuestamente yo era el niño fresa de la escuela, porque no vivíamos en esa colonia y mi mamá siempre nos llevaba y nos recogía en carro, y pues se me quedaban viendo feo y hasta ahí. Dany especialmente, el era un poco chaparro y las playeras de ropa interior dejaban ver una musculatura que ya era de un cuerpo adolescente, mientras que el mío se encontraba en los puros huesos. Además, Dany pretendía al objeto de mis incipientes anhelos, Alma, la buscaba para platicar con ella en los recreos, alardeando sobre lo cabrón que era para los putazos y como había acicatado a un bato y lo verga que era para el fut, y siempre le decía Alamarrana en lugar de su nombre, me cagaba la madre que le dijera así y más coraje me daba que Alma no le dijera nada que siguiera dándole la oportunidad de platicar con ella a pesar de que siempre se refería a ella con una ofensa, un insulto. Pero supongo que esa era la forma en la que los niños hacían saber sus intereses amorosos a las niñas, molestándolas e insultándolas.
Un día se realizaba un partido de futbol en la cancha de la escuela, el campo era un terreno desierto que levantaba tremendas nueves de polvo a cada paso que alguien daba, así cuando se hacían los partidos apenas se podía ver para donde pasabas la pelota o donde quedaban las porterías. La verdad a mi no me gustaba el fútbol pero los cholillos nos habían retado a un partido y no podías echarnos para atrás. La verdad Dany si era bueno, jugaba con el balón pegadito al pie, le gustaba burlar y siempre quería hacer jugadas de fantasía, pero yo desde chiquillo también sabía quitar el balón, hacer una marcaje mordelón hasta que recuperaba la pelota o obligaba al pase equivocado. El rencor que nos teníamos hizo que nos encontráramos varías veces, cuando yo tenía el balón Dany me entraba duro, como cazándome y dejando la pierna de más en las disputa por la pelota, yo pedía que se marcara la falta pero Dany decía que la jugada había sido limpia, y así estuvo toda la tarde, pegando y negando su puerquez, hasta que en una de esas no pude soportar más y le solté un patadón en el culo que se escuchó en toda la escuela. El partido se detuvo y la nube de polvo comenzó a descender sobre nosotros que estábamos parados de frente mirándonos a los ojos con los puños apretados.
-Ájalas, ya estuvo pendejo, nos vemos a la salida, ese.
No sé si el partido se reanudó porque me fui a lavar la cara llena de polvo por la que surcaban ríos de sudor en una llave que estaba cerca de barda que cercaba la escuela. Miré la barda y pensé en brincarme para escapar a mi casa, pero no podía echarme atrás, el honor de Alma estaba en juego, aunque Alma no sabía de mis sentimientos (de hecho nadie sabía y creo que es la primer vez en mi vida que estoy hablando de esto), ni acusaba de recibo mis vibraciones telepáticas ni se inmutaba por las vibraciones amorosas que constantemente le mandaba durante las clases.
Cuando se reanudaron las clases ya todos sabían de nuestra pelea. Todo mundo se me quedaba viendo, pero esta vez no era por ser el niño popis, sino porque iba directo al matadero. El resto de la tarde no atendí como de costumbre la clase, pero esta vez ni siquiera volteaba a ver a Alma, con la mirada fija al pizarrón elaboraba mi plan para enfrentarme a Dany, recreando cómo sería el desarrollo de la pelea, qué hacer si me tira una patada, que hacer si es un golpe, y en mi mente utilizaba las técnicas de Tae Kwon Do que estaba aprendiendo, quién tiraría el primer golpe, si le iba a pegar en la cara, evitar que me golpeara en la nariz. Tenía planeado cualquier reacción para toda acción, pero una vez que me puse a pensar en su pandilla y que a la mejor me “chacaleaban” entre todos me entró miedo. Lo bueno fue que mis amigos también habían arreglado sus pelean con los morros de la otra banda, aunque los pleitos de ellos eran de los llamados “tiritos” una bronca sin coraje ni resentimiento alguno más que para ver quién era más chingón, y por solidaridad por nuestro duelo, al menos por ese lado estaba cubierto.
Cuando sonó el timbre no quise levantarme de mi mesabanco, Alma se acercó para decirme algo, creo que fue la primer y única vez que hable con ella en mi vida, me dijo que era mejor que me fuera a mi casa, que Dany me iba a partir la madre y que no sabía ni en lo que me estaba metiendo y después se fue al parque a un lado de la escuela donde iba a ser la bronca. Además yo tenía el problema de que mi madre siempre pasaba por mí, así que salí de la calle para darle una explicación. Abrí la puerta del carro y arrojé mi mochila en el asiento posterior, le dije que me iba a pelear y ella toda mortificada me ordenó que no lo hiciera que nos fuéramos a la casa y me dejara de chingaderas, pero le contesté que mi honor estaba en juego y que no iba a dejar verme como un cobarde y me alejé del carro rumbo a la muchedumbre que se podía ver desde ahí en el parquecito.
Las piernas me temblaban a cada paso que daba y sentía mucho coraje por lo que Alma me había dicho y que ni siquiera se enterara que en el fondo esa pelea era por ella, además de que mi mamá me había incitado a ser un cobarde. La multitud me abrió paso cuando llegué, al fondo de la bolita estaba Dany y su pandilla y otros cholos más grandes que estaban ahí para agarrar cura con los madrazos. Uno de ellos dijo:
Arre ese, ustedes tréncense a vergazos, nosotros estamos aquí nomas pa ver que nadie se pase de verga ¿eda? Cuando alguien diga ahí muere, ahí muere, hache ka, hache ka.
Dany comenzó atacándome con una patada, pegué un pequeño salto hacia atrás y su pie me dio en el costado de mi pierna, la verdad es que no me dolió nada, no sé si fue la adrenalina que corría por mi sangre pero la falsa imagen de chico malo y cabrón comenzaba a derrumbarse, entonces respondí con una patada con el pie derecho que Dany bloqueó con su brazo y enseguida otra con el izquierdo que también quiso bloquear pero alcancé a pegarle en el cuerpo y entonces me fui sobre él con los puños por delante. No fue difícil derribarlo al piso, y enseguida puse mis rodillas sobre sus brazos para inmovilizarlo y comencé a soltarle golpes en la cara hasta que dijo ahí muere.
Lo dejé levantarse y los morros gritaban no sé qué cosas, los cholos grandes ya estaban organizando las siguientes peleas. Quería quedarme para apoyar a mis amigos que pelerían después de mí pero mi mamá me estaba esperando en el carro y fui hacia allá. No me molesté en ver dónde se encontraba Alma en la multitud.