martes, marzo 24, 2009


La lluvia limpia las calles llenas de mugre, las coladeras se desbordan y ríos de mierda lavan la mugre de la ciudad. El hedor a caño se confunde con las hierbas de los baldíos y a tierra mojada, se impregna en la piel al recibir la fría brisa nocturna. Las lámparas de luz amarilla del alumbrado público se refleja en el suelo y el viento helado golpea en la cala.

Valgo verga guey… pinche puta madre….

Sus ojos cristalinos, llorosos no miran a ningún lado, la borrachera nubla su mente. Solo flotan esos pensamientos obsesivos que cotidianamente engaña con altas dosis de televisión, de masturbación, de vacío y escapismos superficiales. Si al menos fuera algo más espiritual, no importa que fuera en esos grupos de alcohólicos o neuróticos anónimos, donde las personas derrotadas y solitarias encuentran el consuelo en la miseria de los demás, en Dios. Pero no, su educación católica durante su juventud fue bastante efectiva, demasiado, pero ahora no hay religión donde refugiarse, ni siquiera en el espiritualismo oriental que predicaban sus héroes beatnicks porque ya no hay Dios, no hay nada, solo el alcohol y la mota y la coca que se atiborra cada fin de semana con el dinero que apenas le queda y los pesos que le roba a su esposa, que ahora que es ella quien trabaja y sostiene económicamente el que todavía llama hogar. No hay un trabajo que engrandezca su espíritu, nunca lo hubo, el trabajo siempre fue lo que se hacía para ganar dinero para alcoholizarse, las horas muertas, las horas nalgas, el parasitar de las tetas purulentas de una empresa.

No hay nada y cada vez el sexo es más escaso y más mediocre, sexo que corrompe y que transforma lo que hace muchos años era amor en odio. Nada, no hay sueños y no solo me refiero a esos planes a futuro, a esas malditas metas de vida. Ya ni siquiera sueña por las noches mientras duerme, por las tardes en las siestas, en las mañanas que se levanta tarde. Nada, solo esos pinches pensamientos que logra ignorar la mayor parte del tiempo, pero ahora que está ahogado de borracho, bien pedo tirado en la banqueta mojada, con su rostro apoyado en el pavimento, sintiendo lástima por su mismo y una asquerosa nausea le sube por la garganta una vez que llega a su boca dice: No valgo nada.

Un asco inmenso por si mi mismo y su cuerpo se convulsiona vomitando el alcohol y bilis que había en su estomago.

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