Luna Conejo (3ra parte)

miércoles, junio 04, 2014


Uno nuevo. Me levanto, decido no bañarme para iniciar el día; mi cabaña se encuentra a un costado de la huerta de aguacates al pie de la montaña y hace un puto frío de la chingada como para andarme con bañaditas matutinas. A pesar de todo, la cabaña es un lugar agradable, apenas unos cuantos muebles y un catre, una estufa eléctrica y una lamentable conexión a internet bloqueada por la irregular geografía montañosa, lo justo para mantenerme en comunicación con mi jefe y mandarle informes y reportes de los cultivos, no digamos para otras cosas, donde es más rápido utilizar la imaginación que la computadora.

Hoy supuestamente vendrá mi jefe, el individuo que encabeza la lista de personas a quienes les partiría la cara, mi lista es corta y como nunca la he publicado ni se la he hecho saber a nadie, él se siente seguro. Pero si un día sobrepasa mis niveles de paciencia para justificar su inclusión en la lista, no creo que le parta la cara, más bien lo mato. Aunque en el fondo sé bien que, a un bajo nivel, me respeta, por lo que creo que podremos seguir así por meses.

Pues Don CaraAunNoPartida no apareció y me informa en un correo que no se presentará hasta la próxima semana, así que soy libre los días que restan para rolar con José, un antiguo amigo de la infancia quien se encuentra de vacaciones en estas olvidadas tierras de la mitad del continente.

José me espera en un hotelucho al centro de la ciudad, nos saludamos y armamos el mejor plan que se nos ocurre: comprar ron, vaciarlo en el hotel, llenarnos de música y cotorreo y después salir a los bares a que la vida nos ocurra.
El plan es bueno, pero es solo un plan y sin planear se nos cruzan 8 latas baratas de cebada fermentada que se destapan en la calle y no llegan completas, con el destilado de caña, al cuarto de hotel. Después de ponernos al tanto sobre el tiempo que hemos pasado sin vernos, aún queda un poco de ron y algunas horas por delante, por lo que salimos a los bares como lo decía el plan, pero la mayoría de los lugares a los que llegamos están cerrados o a punto de cerrar, hasta que en uno, aún suena música comercial que retumba hasta la calle.
Las bebidas son caras, tan caras que José decide tomar prestada una cerveza a medio llenar de una de las mesas de lámina junto a la entrada. No es que necesitemos más alcohol que el que ahora entumece nuestro organismo, pero José tiene la manía de sentirse indefenso sin una bebida en la mano en un lugar lleno de mujeres. Igual y debería intentarlo con un vaso de agua de limón o cualquier cosa para ver si así funciona igual.
Y ahora qué hacemos. Pregunto y José me contesta con su acento jalisquillo y el labio arrastrado Pues esperar a que ellas se nos acerquen, saaaabe. No es raro que las morritas se acoplen, nuestra apariencia física se distingue de la de los locales, además que no somos tan cagazones como el 95% de nuestros paisanos.
José tiene mejor habilidades que yo para hablar con las mujeres, así que comenzamos a ver lo que hay en el lugar; Junto a la barra de madera hay un grupo de chicos y chicas que parecen estar muy enfiestados, nos topamos con un par de ellas que nos abordan y nos dicen que sus amigos ya se quieren ir pero ellas se quieren quedar, y se quieren quedar con nosotros. Están muy ebrias, una de ellas está más ebria que la otra y se recarga tambaleante en su amiga mientras me sonríe y se despeja el cabello de la cara para hablar en idioma ebrio. La que me escogió a mí es de mi estatura, es bonita y me hace aproximaciones corporales deliciosamente peligrosas, José va mejor que yo, ya que está hablándole muy cerca de la oreja para hacerse escuchar por debajo de la música de la cantina.
De la nada, mi cuerpo, acostumbrado a los largos periodos de soledad, comienza a sentirse incómodo ante la proximidad humana, la chica sintiendo mi aversión, se aleja. Entiendo que estoy a punto de cagarla y la acerco hacia mí con frases de galán reciclado, Lo siento pero me debes una cerveza. Porque cuando te vi se me cayó la mía. Aunque por la música no creo que me haya escuchado nada, pero el plan parece funcionar cuando mi compadre y su pareja se nos unen y de la nada empezamos a brincar todos abrazados con sincera felicidad. Todo parece que acabará de ensueño, pero de la misma nada, la pareja de José se va a vomitar al baño, y yo pierdo a mi chica cuando alguien me la quita comprándole una cerveza. 

Me quedo derrotado unos 3 minutos, lamentando mi discapacidad social y la incapacidad para relacionarme, pero la embriaguez me permite vislumbrar la posibilidad de hacer realidad las constantes fantasías con las clientas de los miércoles de mercado o con cualquiera mujer que ocupe mis pensamientos y me hace obstinado en cuanto a la oportunidad de coger. Por lo que utilizo los poderes que la ebriedad me brinda y resurjo, volviendo por ella, tomándola y de la mano y llevándola con todo y cerveza a la calle. El bar ya lo están cerrando y el grupo de amigos con los que venían nuestras parejas, se empeñan en llevárselas y lo logran, para colmo, mi ex chica y un nuevo amante se besan en la calle mientras se alejan del lugar. No queda otra, más que cambiar el rumbo y terquear con una revancha, pero las horas también se acabaron y la realidad se aferra en alcanzarlos hasta que nuestras bocas están demasiado secas y terminamos dormidos en el hotel.

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