Del otro lado de la calzada pt 2
viernes, febrero 27, 2015
En la calle, el sol calentaba la banqueta de asfalto y se podían ver las ondulaciones distorsionando el horizonte. Por ninguna de la rutas que había probado habían muchos árboles que hicieran sombrita en el camino para entrar a la escuela. Sabía que encontraría a los muchachos que le hicieron el paro para recuperar su walkman.
Por la tarde no había bronca, porque el viento fresco le permitía hasta ponerse el sweter verde para andar agusto. En el día hacía mucho calor y Edgar se amarraba el sweter por la cintura como sus héroes grunge. Al pasar por una cerca, un rotwailer asomó su enorme cara enseñándole los dientes intentando morderlo a través de los barrotes del cancel. Cuando se le bajó el golpe de adrenalina, tomó nota en su mapa mental de reconocimiento de la colonia, si quería sobrevivir ahí tenía que conocer el entorno.
El único árbol del camino era un gigantesco que hule refrescaba la esquina donde unos morritos jugaban a ser inmortales, las raíces eran como troncos que levantaban la banqueta y llegaban a la puerta de un local de maquinitas de donde salieron los muchachos con unos refrescos en bolsita.
- Hey que onda loco, caile con nosotros, amos pal mismo lado. ¿vives por aquí?
- Simón -Contestó con timidez Edgar- Soy nuevo aquí, me vine a vivir con mi papá
- Tus papás se divorciaron o qué
- Calla imbécil, esas cosas no se preguntan. Disculpa a este idiota, soy Fernando Aldama- Se presentó el de la sonrisa de calavera, su trato era seguro y amable, Edgar ya lo conocía, toda la secundaria lo conocía, en parte porque era la segunda vez que cursaba el primer grado, además que formaba parte del comité de alumnos, su personalidad y seguridad lo hacían muy popular en la escuela- Él es mi primo Abelino que acaba de llegar de Tijuana.
- ¿De Tijuana? yo pensé que eras de Sinaloa.
- Cual Sinaloa pendejo- contestó Abelino soltándole un sope que no vió venir.
- Hola yo soy Javier, pero me dicen el Javis, trabajo con mi papá en una tienda de electrónicos en López Cotilla, por eso te digo que está cagado arreglar tus audífonos- señaló los auriculares amarillos que descansaban en sus hombros, el cable recorría hasta dentro de su mochila.- Y este wey, es el Marquillos, el Cagón- Sin decir, agua va, Fernando le dió otro rápido sopapo en la frente..
- Vete a la verga wey. Hay bien muchos de Sinaloa, se dejó venir el bandonón.
- Esa fue por haber preguntado del divorcio. A este bato le pusieron el cagón porque un día se hizo caca en los calzones.
- No me cagué pendejo, me eché un pedo con premio -los demás no pudieron aguantar la risa pero Edgar no lo hizo para acompañar a Maquillo en su silencio.
- Y como le hiciste para limpiarte.
- Deja eso, estaba bien lejos del cantón, habíamos ido a los cines de Revolución, y pos me metí al baño y me limpié con las trusas y las tiré a la verga
- jajajajja- Y ahora si, Edgar no aguantó la risa- Yo hubiera hecho lo mismo- contestó y Marquillo le sonrrió con simpatía.- Yo soy Edgar.
- ¿Y en qué salón vas?
- En el A ¿Ustedes van en el D, verdad?
- Ey, como supiste
- Lo sospeché, el D es el de los Desmadrosos
- Que pedo con el cucaracho del otro día, se quiso pasar de verga queriéndote robar tu walkman- Dijo javis.
- Los de la 4 y los muertos de hambre de la 51 tenemos un pleito cantado desde hace muchos años. Es algo que se ha ido heredando de generacion en generación y es una rivalidad deportiva.
- Además los de la 51 son chivas y los de la 4 atlas. Lo cual es una paradoja porque el Atlas no ha sido campeón desde el 51, o sea que tiene XX años sin ganar.
- ¿Juegas Futbol? yo soy el consejal de deportes y estamos armando una selección para un partido contra ellos.
- A huevo.
- Te apesta.
- Ven wey, súbete a la patineta, esta bajadita esta bien perra- dijo el Marquillo.
- Nel, no sé andar en patín.
- No hay pedo, te sientas en ella y nosotros te empujamos. Pásame tu mochila.
Como si fuera una especie de rito de iniciación, Edgar obedeció sin mucha convicción, miró la calavera dibujada bajo la tabla, Zorlack alcanzó a leer antes de acomodar su acomodando su trasero al final de la tabla y las piernas al frente. Los muchachos lo empujaban por la espalda hasta alcanzar suficiente velocidad para bajar la cuesta, las llantas de la patineta recorren el asfalto negro, Edgar se aferra a la tabla y su cuerpo se llena de rapidez, el sol le pega pleno en la cara y el calor se difumina con el viento que refresca su rostro sudoroso.