Del otro lado 5
viernes, abril 17, 2015
Era uno de esos días raros en los que no se sabía lo que iba a pasar, un
rato hacía un calorón de los mil diablos, como en Culiacán decía Trujillo, y al
momento, el cielo se nublaba y se dejaba venir un aeronazo que anunciaba una
lluvia indecisa.
El tráfico se hizo más denso después de pasar los estudios de televisión
del canal 6, donde hacen Sixto en vivo wey, siempre he querido ir a ese
programa, dijo el Javis. Banderas de Chivas y Atlas ondeaban en el lento
avanzar de los carros, el padre de una familia que viajaba en un spirit blanco
adelantito del vocho, le gritó a un grupo de atlistas que caminaban por la
banqueta, ¡Pinchis margaritas mariconas! mientras hacía como que contaba las
estrellitas alrededor del escudo de la playera de su equipo, los chicos del
atlas habían salido calientitos del partido y aventaron al carro los botes de
cerveza a medio tomar; el del spirit ordenó a su esposa e hijos que subieran
los vidrios de las ventanas, los rojinegros alcanzaron a arrebatarle la bandera
tricolor que el hijo ondeaba en la parte trasera del carro, ante la
imposibilidad de avanzar en el tráfico atascado.
-Ah cabrón, pues hoy fue el clásico, ponle en el canal 58 para ver cuanto quedaron.
-No mames, el radio no tiene estación 58- dijo Marquillo.
- Es en am pendejo- intervino el Javis mientras sintonizaba hábilmente el estero.
-Ah cabrón, pues hoy fue el clásico, ponle en el canal 58 para ver cuanto quedaron.
-No mames, el radio no tiene estación 58- dijo Marquillo.
- Es en am pendejo- intervino el Javis mientras sintonizaba hábilmente el estero.
El comentarista, de notoria afición atlista que no podía esconder,
hablaba apasionado sobre el gran partido que se acababa de celebrar en el
coloso de la Calzada, en el que a pesar de haber terminado empatados, como en
las últimas 10 ocasiones que se enfrentaron según las estadísticas, se vivió un
juegazo con final a lo Atlas, dijo el locutor.
-Ya cámbiale a la
verga loco. Puro Tomateros ¿Verdad Trujillo?- Dijo Marquillo.
-Oh, espérate wey-
Contestó Edgar interesado en las palabras de la radio que se convertían en
imágenes dentro de su cabeza donde su imaginación, recreaba con facilidad las
escenas del partido.
Corría el minuto 93 del tiempo añadido, cuando Borgetti bajó de cabeza
un centro largo, habilitando a Christian Domizzi que entraba al área, en un
intento desesperado de Carlos Turrubiates por impedir que pasara el hombre o la
pelota, pero núnca los dos juntos, se barrió por detrás del argentino quien
exageró en la caída. El arbitró corrió hacia él, amagando con sacarle la
tarjeta amarilla al ex de Rosario Central y Newells al considerar que había
fingido la falta.
Los atlistas seguían rodeando amenazantes el spirit blanco, la familia
estaba asustada pero ninguno de los carros alrededor se atrevía a intervenir,
solo miraban con morbo e indiferencia.
Pero el abanderado
corrió hacia el silbante para corregirlo indicándole que sí había sido penal.
La mitad del estadio enloqueció dejando mudo al chiverío con las fanfarrias
seguidas del grito ¡ATLAS! Eh loco esa madre es del beisbol, dijo Abelino.
Mejor final de juego
no se podía tener señores, dijeron en la radio, pero cuando es a lo Atlas, así
como se puede ganar en el último minuto, también se puede perder, o empatar
como en este caso. El propio Domizzi agarró el balón y se dispuso a cobrar
desde los 11.15 con sobrada confianza, corrió con paso calmado amenazando con
disparar a la derecha, engañando al portero Zuñiga quien recostó a su costado
intentando adivinar, pero de último momento picó la bola a lo Panenka, la
pelota parecía ir en cámara lenta, de cucharita hacia el centro de la portería.
El Pulpo, reaccionó en el último segundo atajando a una sola mano para después
hacerse del balón todavía acostado en el pasto. La afición chivista se puso
como loca festejando el empate como si se hubiera tratado del campeonato.
Los del Atlas
siguieron su camino mientras incendiaban la bandera de chivas que le
arrebataron al niño, dejando el carro con algunas abolladuras y cristales
cuarteados.
A Edgar le gustó la personalidad de ese equipo, y
supo que le sería fiel para toda la vida. Era muy fácil irle a un equipo como
Chivas, con todos sus campeonatos conseguidos por puros mexicanos. En cambio
escoger al Atlas, implicaba sacrificio, sufrimiento, frustración, sentimientos
con los que sabía convivir muy bien, pero también el gozar de las victorias
efímeras como los pequeños placeres de la vida. Algo muy parecido al amor de
las canciones románticas que su madre solía poner en Fórmula Melódica mientras
hacía el quehacer.
continuará...
continuará...