Fantasmas

miércoles, marzo 01, 2006

Azul es un detective que trabaja en la ciudad de Nueva York de los cuarentas, un mal día un sujeto que se hace llamar Blanco llega con un trabajo para él, tiene que vigilar en todo momento y en todo lugar a un tal Negro.
La narración comienza de una manera bastante impersonal, poco descriptiva, sin detalles que puedan, de alguna manera, interesar al lector, cómo si tratara uno de los reportes semanales que le fueron encargados, sólo hechos banales y carentes de significado trascendente; A primera vista, da la impresión de que el mismo Azul (o Auster) es quien narra la novela. Sin embargo a la largo del texto nos encontramos con muchas pistas falsas, ya que conforme se va adentrando en la lectura (si es que el lector no la ha abandonado a la octava página) entra en el juego detectivesco de tratar de averiguar lo que ocurre a continuación. Pero no ocurre nada, el dinero por los servicios de Azul no son ningún problema y Azul se instala en un departamento justo enfrente del de Negro, sin embargo su labor es muy aburrida; lo único que Negro hace es escribir o leer sobre una mesa. Eso es todo. Tal ausencia de actividad hace que su imaginación se aloque y a causa del exceso de tiempo libre, su mente se echa a volar, ya sea por deducir los motivos reales del caso (líos de faltas, espionaje internacional o cualquier cosa más interesante), anécdotas históricas acerca del Puente de Brooklin, o bien, por los artículos que lee en las muchas revistas que se avienta mientras desempeña su aburrida labor.


Paul Auster es neoyorquino. Nació en la Gran Manzana en 1947 y luego de haber sido un marino, vivió tres años en Francia, La música del azar, La trilogía de Nueva York (Ciudad de cristal, Fantasmas y La Habitación cerrada) además de Leviatán y Tomboctú, son sus obras más célebres.
En Fantasmas, resulta interesante el uso que hace de los colores asignándoles el valor de nombres propios, Azul, Blanco, Negro, Castaño (su mentor), Oro (un forense obsesionado en resolver el caso de un niño asesinado hace más de veinte años) y la manera en la que se combinan con las descripciones que van adquiriendo mayor fuerza conforme avanza la historia, como el caminar sobres las calles blancas cubiertas de nieve, la ciudad marrón en el otoño o la identidad de Negro, quién es como una nada que atrapa y oscurece cualquier cosa relacionada con él.
En las posteriores páginas sigue sin ocurrir nada, Negro es el tipo más aburrido del mundo, sin embargo ese ritmo semilento y dormilón hace que la narración se desvíe a detalles aparentemente sin importancia, tales como una extensa narración sobre una película que ha ido a ver un par de veces, partidos de baseball, conseguir una copia del libro que Negro lee (llamado Walden de Henry David Thoreau ) y sus pensamientos acerca de la Futura Señora Azul a quien no ve desde que ha comenzado el trabajo (hay algunas referencias en cuanto al tiempo que nos indican que ha transcurrido más de un año) y una creciente paranoia, elaborando intricadas teorías conspiratorias que lo implican a él directamente; comienza a sentir que él también esta siendo vigilado.
Como les dije anteriormente, una de las cosas más interesantes al leer este libro es la búsqueda de pistas. Una muy entretenida es el ir cazando a los fantasmas que aparecen en el libro (son varios) y una vez que accidentalmente descubre a la Ex Futura Señora Azul en los brazos de otro hombre es hora de darle vuelta a la página, porque a partir de aquí cambia un poco es estilo frío tipo reporte por lo que ocurre dentro del reino de su imaginación.
La soledad lo envuelve y comienza a perder la noción de quién es Azul, su vida está íntimamente ligada a la de Negro, como si se viera en un espejo, como si lo conociera desde antes y quien, como de costumbre, sigue sin hacer nada, “no va a pasar nada nunca” pero ahora ya no hay nada que lo amarre a su vida anterior.
Azul sigue enviando sus reportes limitándose a los hechos y sin mencionar los contactos personales que ha tenido con Negro y una de esas le contestan “¿Por qué miente?”. Eso hace que confirme sus paranoias de que él desempeña un papel importantísimo en la historia y que Azul y Negro están jugando un mismo juego, por lo que decide asumir su papel en la novela.
Azul trata de acercase a Negro disfrazándose de vagabundo (Jimmy Rosa) y en una de esas, Negro le comenta anécdotas aparentemente sin relevancia relacionadas con el oficio de la escritura y la vida del poeta Walt Whitman y en particular una historia sobre un tipo que decide abandonar por más de veinte años su vida (al igual que Azul) y a su mujer para ver como están sin él, y un día, sin más, sube los escalones de su casa y llama la puerta. Y así termina el cuento.
En su segunda aproximación ahora disfrazado como vendedor de Fuller, Negro confiesa ser escritor y está trabajando en un aburrido libro que no terminará nunca.
Y finalmente ya sin disfraz pero sin aceptar su propia identidad, comparten una mesa en un bar y Negro le dice que es un detective privado quien vigila a un tipo de lo más aburrido que se la pasa sin hacer nada (Azul).
Interesantísimo me parecieron los juegos en torno a la escritura, en una de ellas menciona que “los libros hay que leerlos tan pausada y cautelosamente como fueron escritos” (como es en este caso, aunque he de admitir que yo me lo aventé de una sola leída y en una sola sentada), las referencias a escritores y como el problema se limita a identificar la naturaleza del problema mismo. La narración es densa y un tanto críptica, en una onda bastante Kafkiana.
Cabe hacer el paréntesis de que en mi opinión, este libro nunca va a ser llevado a la pantalla en forma de película (para bien o para mal, gracias a Dios).
Azul se encuentra en un juego paranoico como algunos que he visto en programas de televisión como los Simpson o Malcom el de en medio (hay uno en el que Malcom y su hermano Rese se rehúsan a dormir ya que el otro está siempre al acecho esperando un descuido para pegar su cara con pegamento de contacto contra el suelo), o pensando en términos más culturosos, Negro y Azul están atrapados en un juego de identidad donde el cazador se convierte en presa mediante una especie de presión sicológica (como la Guerra Fría entre Soviéticos y Americanos).
La desesperación de Azul llega al punto de irrumpir en su casa solo para descubrir reportes sobre su persona como los que él mismo escribe sobre Negro. Esto le produce un shock y se desmaya cayendo al piso como un muerto.

Me reservo escribir mi interpretación acerca del final de Fantasmas. Soy muy dado a interpretar cosas que muchas veces están alejadas de las intenciones del autor, sin embargo hay algo de la lectura de Auster que deja una sensación que no puedo explicar y como no puedo explicarlo, con estas palabras terminaré esta reseña.

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