Jeliza Rose es una morrita de unos 10 años que se la pasa todo el tiempo en su mundo de fantasía jugando con las cabezas de sus barbies cuando no está preparándoles los hits de heroína a sus padres. En una de esas, el papá consigue material jodidón y la jefa (la misma morra que sale en La Novia de Chucky) se muere de un pasón, por lo que la niña y su padre se van a una casona abandonada donde su papá vivía en su juventud. La casa es un marranero lleno de tiliches viejos en medio de un enorme pastizal de hierba seca, el mundo perfecto para la imaginación de un niño (Recuerden esas incursiones, durante la niñez, al closet de la abuela y como una expedición en algún lote baldío se convertía en las andanzas por una densa selva) y el papá, tan yonky como para dejar que su hija le prepare sus chutes, luego, luego llegando, se mete una dosis que resulta fatal. Pero la morrita, ni en cuenta, se la pasa jugando feliz todo el tiempo, imaginando que vive en una especie de País de las Maravilla (Sí, el mismito que el de Alicia) mientras el cuerpo de su papá se hincha, pudriéndose en el sofá.
Sin embargo, tiene por vecinos a una pareja de singulares personajes, Dell, una vieja bruja-pirata-tuerta-amargada quien no puede salir de su casa si no es con una vestimenta espectral a causa del pánico que le tiene a las abejas, y que la asemeja a la Dama de Negro de aquellos programas de la Hora Marcada (¿si se acuerdan, no?); además está su hermano Dickens quien sufre de alguna especie de retraso mental (le sacaron un pedazo de cerebro y ostenta una rajada en todo su cráneo) al que le gusta imaginar que los enormes pastizales que están por todos lados son una especie de mar de cien años de antigüedad donde se la pasa nadando en la búsqueda de Tiburones.
Pudiera seguir hablando sobre lo que trata la película pero la verdad es que no trata de mucho más; las interminables ondeadas de Jeliza Rose, y cómo convierten a su padre en una momia (le sacan las vísceras y sangre como si lo disecaran), las cabezas de sus muñecas que adquieren una personalidad propia, la inocencia sexual y una trama que no sabes a dónde se dirige (Sí te da una idea, pero…).
No crean que es de esas película bien locas we a las que lo les entiendes ni madres y dices que se trata de un filme Bastante subjetivo sujeto a múltiples interpretaciones para justificar cualquier pendejada incomprensible, pretenciosa y culturosa. Nop, al contrario, se trata de una trama bastante simple (si quieres sonar mamón, llámale, minimalista), sin falsas pretenciones.
Cuando terminé de ver la película, pensé que no me había gustado, pero me dejó pensando un par de días, por eso me puse a escribir esta especie de reseña. No sé, tal vez, tratándose de una película de Terry Gilliam esperaba que de repente explotara el mundo de imaginación, donde se la pasan Jeliza Rose y Dickens, utilizando barrocos efectos visuales; alucinando pues, pero eso sólo ocurre en un par de ocasiones y la mayor parte del tiempo, como espectador tienes que hacer el esfuerzo (no mucho) para meterte en ese País, ya que todo se muestra desde el punto de vista del mundo “normal” o el que los adultos vemos pues y aguevo tienes que utilizar tu imaginación para disfrutar esta película (o verla pacheco, yo no la vi pacheco, pero me gustó que una película me pusiera a pensar y me exigiera utilizar mi imaginación para disfrutarla, de lo contrario, la película seguramente te parecerá un tanto aburrida o enfadosa). Creo que el tema va principalmente sobre la niñez y la imaginación con varias ondas macabras, morbosas o perversas, qué se yo.
La actuación recae, casi en su totalidad, sobre la morrita (Jodelle Ferland) quien a base de constantes monólogos hace desarrollar la acción hacia ninguna parte. A mí, me gustó bastante su actuación, tiene mucho de una lolita pero sin la malicia sexual de ésta (pero sí, sí tiene algo), más bien, tiene mucho de una niña chiquita y su mundo infantil de muñecas. También me quedé pensando en la actuación de Jeff Bridges quien se la pasa dormido, o muerto, casi toda la película (“Jeliza Rose, es tiempo de que papi se tome unas vacaciones” decía el cabrón cada vez antes de meterse un pinchazo) y me recordó mucho a su papel en “El Gran Lebowski” con la diferencia que en la segunda la hacia de pacheco pendejón, mientras que en Tideland es un tecato bien macizo.
El final de la película no tiene madre, tanto, que hasta me dan ganas de platicárselos, pero pues mejor me aguanto, mejor no, se termina en que Dickens por fin atrapa al pinche tiburón en medio de un enjambre de hadas que bailan entre llamaradas.
MUUUUUY BONITA, sí me gustó.