Váyanse al cine

jueves, mayo 13, 2004

Sentado en la oscura sala de cine esperando que la función comience. La gente entra a la sala con palomitas y refrescos y el lugar se llana de un olor a cine, ese olor a alfombra y popcorn (como que la palabra suena más cinematográfica) y chiles jalapeños.
Comienzan los avances de los próximos estrenos pero ninguna película parece atractiva. Sin embargo, el simple hecho de ver una película en el cine vale la pena; el compartir la imágenes con toda una audiencia que vibra bajo las mismas sensaciones. Todos piensan lo mismo y sienten lo mismo al mismo tiempo y en el mismo lugar, además, dentro de la pantalla de la mente de cada quien se proyecta otra película, aquella que remite a recuerdos o imaginaciones personales.
Interrupciones en la proyección, al parecer el cácaro se quedó dormido y olvidó poner el carrete del filme que se va a exhibir.
Los créditos comienzan y la sala se encuentra en silencio, oscura, las imágenes se apoderan de la pantalla y de las mentes. La mente se desconecta, el mundo no existe, la sala de cine desaparece, la gente alrededor desaparece también. El espectador es un testigo invisible que acompaña a los personajes en sus travesías y después de un momento se olvida de que existe también, no hay nada más que las imágenes del celuloide que pasan directamente a un terreno que se encuentra a medio camino de la vista y la imaginación; es como un sueño consciente, como si tuviéramos un cable de fibra óptica que satura el cerebro de imágenes que se convierten en olores y sabores, sonidos y sensaciones, al que estamos conectados mediante un plug situado en alguna parte de la butaca.
Sobresaltos, exclamaciones, suspiros, lágrimas, abucheos, risas, son muchas y muy variadas las expresiones que la película produce. Cuando una película es buena hace que la gente participe de manera activa en la experiencia cinematográfica, aunque sea inconscientemente, aunque sea de manera positiva o negativa.
El tiempo parece congelarse y el espectador vive al mismo ritmo que los personajes, vive sus vidas.
La película termina y entonces regresas a la butaca, a la sala de cine, a la ciudad, al mundo.
Te levantas y caminas a la puerta de luz solar que se encuentra bajo la pantalla de plata, de regreso al mundo real.




Para mí, la mejor función es la matine ya que casi no hay niños chingando y la sala esta medio sola, además de que el precio de entrada esta casi por mitad. Yo voy a ver la película de Emili Ano Zapata.

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