La mamá de José

martes, septiembre 14, 2004

A la mamá de José se le pueden ver la chichis debajo del flojo escote de su vestido floreado, mientras se agacha a recoger la basura que barre de la calle. ¡No mames, se ve rebuena! Se le alcanzan a ver unos pezonzotes color rosa intenso, carne viva y, aunque los años no pasan de oquis, la señora se conserva muy buena. ¡Como la ha de disfrutar el papá de José, las atascadotas que se ha de poner!

La mamá de José tiene pancita pero no se le nota tanto. No se ve gorda, al contrario, se ve jugosa, voluptuosa, sensual, provocadora y aún más con esas enormes caderas con un gran culo. Sus nalgas están deliciosas, grandes y suaves, tersas al contacto de mis manos que las acarician debajo de los calzones y recorren sus protuberancias.

Con una mano acaricio sus tetas y con la otra sus nalgas. Voy metiéndome más y más y más en sus profundidades y le paso un dedo por el culo pero no me detengo. Voy mas allá, a la humedad donde nace la pelambrera negra que contrasta con el cabello rubio de su cabeza. Se me hace que se pinta el pelo con Miss Clairol. Dos de mis dedos se meten en sus carnes viscosas y la cara de la mamá de José empieza a hacer muecas de gozo. ¡Qué buen caldo!, me dice y saca su lengua mientras me mira con los ojos entrecerrados por el placer.

Su lengua húmeda se mueve a través de sus anchos y apetitosos labios, unas gotas de saliva chorrean de su boca y yo sigo metiendo mis dedos adentro y
afuera. ¡Ah, ah, ah, ahhhhh…!

¡Qué pedo, qué buen sueño tuve! ¡Chin! ¡Mis sábanas están manchadas, no mames! ¿Cómo le voy a hacer para que mi jefa no se de cuenta?

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