Del otro lado de la calzada pt 1
viernes, febrero 20, 2015
Seguido los miraba caminar rumbo a la escuela del turno vespertino. Los de la tarde, chicos conflictivos que debido a sus malas calificaciones o problemas de conducta, no habían quedado en la mañana. Para Edgar era lo único que le parecía interesante entre la monotonía de una colonia que no le gustaba, las primeras veces que su papá lo llevó a la secundaria en su antiguo Impala en lo que se aprendía el camino a casa; a su padre le encabronaba que estuviera con los audífonos dentro del carro, y lo obligaba a escuchar antiguos casetes de Credence y los Doors. Todo era diferente, las casas eran viejas y las calles de asfalto negro, de los cables de luz colgaban zapatos viejos amarrados por las agujetas, los pocos árboles, enormes hules imponentes, levantaban las banquetas que los chicos utilizaban como rampas de patinetas, para después seguir caminando con ellas en el brazo.
Al principio creía que las cosas cambiarían en una nueva escuela en una parte desconocida de la ciudad, a su madre nunca le gustó visitar a la abuela paterna y fueron pocas las veces que la vio, así que a penas la conoció, su papá regresó a la casa cuando la abuela murió y su padres se divorciaron hacía años que para un niño de 12 era una vida completa.
Los chicos de la tarde eran muy distintos a los de su anterior colegio, comenzó a sentarse justo al chistoso del salón , quien pudiera hacer más tolerable la pesadez de las clases, las niñas formaron sus grupos según las que les gustaba Johny Deep o Leonardo Dicaprio, y los chicos según sus gustos musicales. Así como era del conocimiento popular que el turno vespertino era para los burros, los grupos escolares también tenían una clasificación en donde los del "A" eran los aplicados, el "B" de los buenos, el "C" los cerdos y finalmente, el "D" (Que en su anterior colegio era inimaginable que hubiera un cuarto grupo) eran los desmadrosos.
Al poco tiempo su papá dejó de llevarlo en el Impala y Edgar intentaba distintas rutas, muchas veces tomando desvíos innecesarios para conocer la colonia, y algunas veces se topó con los chicos del camino y en ocasiones los seguía de lejos, por la banqueta de enfrente oculto en el walkman que le había regalado su mamá, escuchando las canciones que grababa de la radio, colgando del clip en su cinturón y alguno que otro casete original y la música hacía que el rumbo no le pareciera tan desagradable.
Cerca de San Andres, en los límites de su colonia, encontró a varios chicos de otra secundaria, sus uniformes y ellos eran muy distintos, el café oscuro de sus sweters y chalecos, con la leyenda de "Secundaria Técnica 51" parecían combinar con el color de sus pieles, pero las chicas eran más atrevidas que las de su escuela, le buscaban la mirada que a Edgar le era imposible sostener, y le decían cosas que sus audífonos le impedían entender y volteaba al piso para concentrarse en la música acompañando sus pasos. De repente, sintió un jalón en sus audífonos y la música se interrumpió, tardó un par de segundos en darse cuenta de lo que pasaba, un morro de la técnica corría entre risas con su walkman en la mano.
Corrió tras él con todas las fuerzas que un chico que jugaba más videojuegos que futbol, podía tener. La persecución duró varias cuadras, en las que las risas del ladrón se transformaron en jadeos, el de la 51 volteba desesperado al ver que Edgar no se iba a dar por vencido, pero todavía le quedaba fondo y tomó dirección para alejarse de su barrio y que no ubicara por dónde vivía; Edgar no pensaba en nada, corría con desesperación sintiendo que sus pulmones ardían a punto de reventar, que se le iba la vida persiguiendo su walkman gimiendo del coraje por la injusticia de la vida.
Como si una secuencia de casualidades se materializara, las cuadras que el ladronzuelo corrió para alejarse, lo acercaron al momento justo en el que los chicos del camino pasaban en la siguiente esquina, quienes lo detuvieron cerrandole el paso: el morro se detuvo escamado y quiso esquivarlos, pero Abelino, quien miró a la distancia a Edgar desesperado, sujetó al de la 51 por el tirante de la mochila "Eitale a donde vas" deteniéndolo en seco. el walkman salió volando estrellándose contra la banqueta, Fernando le tiró una patada "Pinche cucaracho ratero jodido" que alcanzó a amortiguar con las nalgas intentando safar su mochila. Abelino lo sangoloteaba en el forcejeo y ante la lluvia de madrazos que comenzaban a caerle por parte de Marco y Javier, "Hazte a la verga cagado" dejó la mochila y cruzó la calle imprudentemente, haciendo que una combi del transporte público rechinara llanta para evitar arrollarlo y escapar.
Edgar caminó los últimos metros sin aliento, Javier recogió el aparato del suelo, el tallón en la carátula era notable y el reloj digital estaba estrellado, además, la tapa de las pilas salió volando y fue aplastada por la combi. Pero el mecanismo parecía funcionar bien.
-Lo bueno es que es el Sony Walkman Sports, son bien resistentes estas chingaderas, hasta puedes meterlos bajo el agua- Dijo mientras le devolvía los audífonos.
-¿A quien chingados se le va a antojar ponerse los audífonos dentro de una alberca?-Comentó Marco
-Es una pendejada- Agregó Fernando
Edgar se sentía contento por haber recuperado su música, pero con un culero sentimiento de derrota por el daño que había sufrido su objeto más preciado. No tenía porque haberle sucedido eso y las lágrimas de impotencia eran imposibles de parar. Avergonzado clavó su vista en el suelo y reanudó su camino a casa.
-Eh compa, no te agüites, mi papá los puede arreglar- Gritó Javier sin que sus palabras hicieran mucha mella.
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Al principio creía que las cosas cambiarían en una nueva escuela en una parte desconocida de la ciudad, a su madre nunca le gustó visitar a la abuela paterna y fueron pocas las veces que la vio, así que a penas la conoció, su papá regresó a la casa cuando la abuela murió y su padres se divorciaron hacía años que para un niño de 12 era una vida completa.
Los chicos de la tarde eran muy distintos a los de su anterior colegio, comenzó a sentarse justo al chistoso del salón , quien pudiera hacer más tolerable la pesadez de las clases, las niñas formaron sus grupos según las que les gustaba Johny Deep o Leonardo Dicaprio, y los chicos según sus gustos musicales. Así como era del conocimiento popular que el turno vespertino era para los burros, los grupos escolares también tenían una clasificación en donde los del "A" eran los aplicados, el "B" de los buenos, el "C" los cerdos y finalmente, el "D" (Que en su anterior colegio era inimaginable que hubiera un cuarto grupo) eran los desmadrosos.
Al poco tiempo su papá dejó de llevarlo en el Impala y Edgar intentaba distintas rutas, muchas veces tomando desvíos innecesarios para conocer la colonia, y algunas veces se topó con los chicos del camino y en ocasiones los seguía de lejos, por la banqueta de enfrente oculto en el walkman que le había regalado su mamá, escuchando las canciones que grababa de la radio, colgando del clip en su cinturón y alguno que otro casete original y la música hacía que el rumbo no le pareciera tan desagradable.
Cerca de San Andres, en los límites de su colonia, encontró a varios chicos de otra secundaria, sus uniformes y ellos eran muy distintos, el café oscuro de sus sweters y chalecos, con la leyenda de "Secundaria Técnica 51" parecían combinar con el color de sus pieles, pero las chicas eran más atrevidas que las de su escuela, le buscaban la mirada que a Edgar le era imposible sostener, y le decían cosas que sus audífonos le impedían entender y volteaba al piso para concentrarse en la música acompañando sus pasos. De repente, sintió un jalón en sus audífonos y la música se interrumpió, tardó un par de segundos en darse cuenta de lo que pasaba, un morro de la técnica corría entre risas con su walkman en la mano.
Corrió tras él con todas las fuerzas que un chico que jugaba más videojuegos que futbol, podía tener. La persecución duró varias cuadras, en las que las risas del ladrón se transformaron en jadeos, el de la 51 volteba desesperado al ver que Edgar no se iba a dar por vencido, pero todavía le quedaba fondo y tomó dirección para alejarse de su barrio y que no ubicara por dónde vivía; Edgar no pensaba en nada, corría con desesperación sintiendo que sus pulmones ardían a punto de reventar, que se le iba la vida persiguiendo su walkman gimiendo del coraje por la injusticia de la vida.
Como si una secuencia de casualidades se materializara, las cuadras que el ladronzuelo corrió para alejarse, lo acercaron al momento justo en el que los chicos del camino pasaban en la siguiente esquina, quienes lo detuvieron cerrandole el paso: el morro se detuvo escamado y quiso esquivarlos, pero Abelino, quien miró a la distancia a Edgar desesperado, sujetó al de la 51 por el tirante de la mochila "Eitale a donde vas" deteniéndolo en seco. el walkman salió volando estrellándose contra la banqueta, Fernando le tiró una patada "Pinche cucaracho ratero jodido" que alcanzó a amortiguar con las nalgas intentando safar su mochila. Abelino lo sangoloteaba en el forcejeo y ante la lluvia de madrazos que comenzaban a caerle por parte de Marco y Javier, "Hazte a la verga cagado" dejó la mochila y cruzó la calle imprudentemente, haciendo que una combi del transporte público rechinara llanta para evitar arrollarlo y escapar.
Edgar caminó los últimos metros sin aliento, Javier recogió el aparato del suelo, el tallón en la carátula era notable y el reloj digital estaba estrellado, además, la tapa de las pilas salió volando y fue aplastada por la combi. Pero el mecanismo parecía funcionar bien.
-Lo bueno es que es el Sony Walkman Sports, son bien resistentes estas chingaderas, hasta puedes meterlos bajo el agua- Dijo mientras le devolvía los audífonos.
-¿A quien chingados se le va a antojar ponerse los audífonos dentro de una alberca?-Comentó Marco
-Es una pendejada- Agregó Fernando
Edgar se sentía contento por haber recuperado su música, pero con un culero sentimiento de derrota por el daño que había sufrido su objeto más preciado. No tenía porque haberle sucedido eso y las lágrimas de impotencia eran imposibles de parar. Avergonzado clavó su vista en el suelo y reanudó su camino a casa.
-Eh compa, no te agüites, mi papá los puede arreglar- Gritó Javier sin que sus palabras hicieran mucha mella.