jueves, agosto 16, 2007


Regresa un sueño que fue recurrente durante mi infancia, tal vez se debe a que te mueves mucho por las noches y jalas las sábanas de la cama o a las migajas de las galletas que comes mientras ves tus telenovelas, lo que hace que mi mente recorra la superficie de las mantas como si volara en un mundo extraño, apenas por encima de las dunas de un desierto y el viaje es agradable hasta cierto punto en que los pliegues del planeta-cama se vuelven confusos y caóticos como si se rompiera el paisaje y cortara mi bamboleante recorrido y de repente caigo en una barranca.

Por eso despierto agitado, pero sin gritar o sudando frío como siempre ocurre en las películas, más bien abro los ojos y respiro aceleradamente y no reconozco dónde estoy, porque la arena se vuelve casa y las sombras de los sueños se diluyen en la oscuridad real de la madrugada y a mi lado yaces recostada con tu rostro volteando hacia mí, pero no es tu cara quien me mira, es un hombre de nariz ancha y piel morena, cabello negro, corto y parado, y el olor es desagradable, huele a humedad vaginal y tengo miedo, me alejo de ti hasta casi caerme de la cama, y tu te despiertas preguntando que qué chingados me pasa, pero yo te alejo violentamente con mi brazo mientras tu rostro se transforma a como te veo todos los días. Tengo vacío mi pecho y te arrebato la sábana para irme a dormir al sofá.

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