Sublime

miércoles, junio 04, 2008

El tiempo parece no caminar, se queda espeso, flotando en esta oscura habitación, atrapado entre humo de cigarro y el calor insoportable del fin del mundo. La televisión alumbra el cuarto, una ventana electrónica que sintoniza la estúpida y vacía programación del canal 4 local. Desde que cortaron el cable no hay mucho que ver, aunque cuando lo tenía era prácticamente lo mismo. El Show de Lagrimita creo que es el nombre del programa, pero no estoy seguro porque ya no sale el antipático conductor que lo acompañaba antes, Lalo, sí, ese enano sangrón y prieto que le decía Pan Bimbo Wonder al pan de barra. Pudiera salir a pasear a la calle pero no tengo ganas, cambio de canal.



El tiempo no existe, es solo la estúpida medida que utilizamos para contar los instantes de nuestra muerte, pudriéndonos a cada segundo que pasa. En el canal 7 del gobierno del estado está el programa de un viejito ranchero que turistea por los miserables puebluchos cerca de aquí, entrevistando gente jodida e ignorante en lugares desolados y polvorientos donde como aquí, no pasa nada y el tiempo parece haberse detenido y todos son viejos y están en las banquetas frente a sus casa, sentados en sillas tejidas de plástico mirando como el tiempo se los traga lentamente. Podría subir a la azotea y reconectar el cable, pero no tengo ganas, creo que he comenzado a tolerar la televisión abierta, además, es probable que me hayan desconectado desde el poste, aunque sin problemas pudiera hacerle un corte a la conexión de mi vecino y poner un divisor de señal para restablecer el servicio, pero no, no tengo ganas de hacer nada. Me gustaría vivir en una de esas mugrosas aldeas, tener algún oficio, carpintero o cronista del pueblo para contar historias rurales, quien quita y hasta sea el próximo Juan Rulfo, o hacer esas horribles y malhechas artesanías que de repente le venden a los turistas despistados que se atreven a ir a esos aburridos sitios, a conocer el México profundo; pero más bien será un borrachales, el borracho del pueblo, no habría día que estuviera sobrio, aunque no sé como le hacen los borrachos para costearse la tomadera. Aquí pudiera hacer lo mismo pero ahora no tengo trabajo y a pesar de que Euri consiguió, según ella, un trabajo, que no sé dónde es ni qué hace, no quiero pedirle dinero para cervezas y cigarros, no quiero darle ese poder porque después no voy a quitármela de encima a la perra.
Tal vez en el pueblo estaría casado con alguna india patarrajada de algún caserío en el cerro, y pediría dinero prestado a mis amigos o me iría a trabajar por temporadas a la pizca en California, o podría salir a comprar el periódico y buscar alguna vacante para no estar tirado en este sofá que comienza a calarme la espalda, pero no tengo ánimos, además no me veo laborando como auxiliar contable, promotor de ventas o en el telemarketing haciendo desagradables llamadas telefónicas para enjaretar algunas tarjetas de crédito ya que eso es lo único que ofrecen los diarios. Cambio de canal.
En el dos están pasando una de esas estúpidas novelas juveniles repletas de sensuales lolitas tan estúpidas como la muñeca Barbie. Quisiera que estuvieran dando algún partido pero no hay fútbol entre semana, además que ya eliminaron a todos los equipos mexicanos, que bueno, pinches mediocres y ratoneros, no quiero ni pensar en qué sería de mí si las chivas ganaran la libertadores, hediondas cabras, no había poder en el mundo que los hiciera callar, ni aunque las poderosas águilas salieran campeonas del torneo local se callarían los cabrones. Pero los partidos de Libertadores los transmiten únicamente por el cable y no quiero subir a conectarlo. Lo que sí es que las chavitas de la novela están bastante buenas, con uniformes de colegialas porno, listas para comerse la verga, según ellas están en un colegio de monjas pero en realidad las monjas difícilmente permitirían vestir esas chiquifaldas arriba del culo, y esas medias a las rodillas, blusas desabotonadas mostrando unos senos desproporcionados para la edad que dicen tener.
No hay mucho por hacer, Euri regresa hasta tarde y Ariel se encuentra en casa de sus abuelos, bien podría estar aquí conmigo, pero no tengo ganas, no podría masturbarme, masturbarme para olvidar, para no existir, para desaparecer vertiéndome en mis manos al menos por cinco segundos. Escupo en mi mano y humedezco mi flácido pene, debajo de la cabeza está de color rojo, irritado con una especie de aceite que huele a vagina, seguro es porque me la jalé en la mañana mientras veía la chica de los aerobics, que aunque estaba algo fea, estaba muy buena y los ejercicios eran bastante sugerentes. El acento de niña fresa de la chicas de la televisión comienza a excitarme, cuando iba en la escuela la fresada no hablaba así, ha cambiado el tonito para bien, se escucha más cool, con más clase, froto el pellejo de arriba hacia abajo utilizando únicamente tres de mis dedos y me arde un poco la parte irritada pero no me detengo, en el centro de mis entrañas siento venir el orgasmo, pero la telenovela cambia a una escena donde los padres de las muchachas o unos adultos quienes no sé que papel desempeñan en la trama, escupen pendejadas que están a punto de llevar al traste mi incipiente erección, cambio de canal, noticias, cambio, comerciales, cambio, comerciales, cambio otra vez, lagrimita y sus hijos payasos cantando una canción grupera, pero las coristas no están nada mal, estás si son lolitas que rondan los 17 años y no como las pelagartonas de la novela, están vestidas con minúsculos shorts, botas vaqueras y blusas amarradas por encima del ombligo como la prima putona de los Dukes de Hazard, otras visten como aquella Gatubela del programa a-go-gó de Batman y claramente enseñan la hendidura que se forma en medio de sus piernas (dedos de camello) y acelero mis movimiento para recuperar la erección y alcanzar el orgasmo, el ambiente viciado del cuarto comienza a calentarse y mi cuerpo suda, de mi frente comienzan a salir chorros de sudor y me llega un ligero tufo de sobaco, siento que la chorreada está a la vuelta de la esquina, pero mi mano comienza a cansarse y la emoción del centro de mis entrañas desaparece entre oleadas de una marea que es tragada por el mar, el programa ha terminado y mi verga se ha quedado con una blanca resequedad.




Intento pensar en Lalo, Lagrimita y yo agasajándonos a las edecanes del programa en una orgía llena de Buchanan's y cocaína en uno de esos hoteles de paso de la avenida Vallarta, las Urracas Parlanchinas están todas calientes con sus caras de putas corrientes de bule de Medrano y la Sesentaysabe, sus piernas y nalgotas gordibuenas estrellandose en mis huevos, pero de repente no tengo ganas de jalármela ya que me duele la verga de lo irritada que quedó.

En lugar de Lagrimita comienza el programa de la vieja y gorda Señora Zárate que se dispone a cocinar una carne en su jugo.

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