martes, enero 22, 2008

El día anterior había hecho un oferta para conseguir un Nintendo Wii en una subasta de Mercado Libre. La subasta no estuvo muy competida, unos 10 ofertantes y el monto apenas llegaba a 1,400. Entonces le puse que me autofertara hasta 1,800, total, la puja terminaba al día siguiente.

Minutos antes de la hora señalada fui a un cibercafé a monitorear el estado de la subasta y el monto del Nintendo había alcanzado los 2,000, “puta madre”, pensé y oferté 2,200, lo bueno es que solo faltaban muy pocos minutos para el cierre, después me metí a la pagina de Marlboro para ver qué onda con eso del MX Beat (no venía nada) y luego chequé mi correo: ¡Ups! Tu oferta fue superada, decían un par de mensajes entrantes.

“Seguro fueron los de ayer” pensé, pero con desconfianza regresé a la pagina donde se realizaba la subasta y sí, alguien había superado mi oferta. Chequé el tiempo que restaba para finalizar y aun quedaba minuto y medio, “Voy a esperar hasta los últimos 20 segundos para no dejar oportunidad de que rebatan mi oferta” pensé otra vez.

Y mientras contaba los segundos en cuenta regresiva, alcancé a ver de reojo que una vieja bien buena pasaba frente al cibercafé y sin dejar de contar salí a verle las nalgas. La verdad es que ni siquiera estaba buena, tenia uno de esos pantalones deslavados en la parte trasera que daban la ilusión de que estaba buena, pero en realidad no había nalgas, era de ese tipo de chicas que tienen buen lejos pero mal cercas, en fin, regresé para hacer mi última oferta y ganarme ese Nintendo Wii con el que tanto me he obsesionado en estos últimos días. De hecho, un compa tiene uno que consiguió a cambio de unos cuantos gramos de cois, pero el guey lo vende bien caro, bueno, la neta no está tan caro, 4.500 con tres controles y dos juegos, el de Zelda y el FIFA 08, pero como es mal habido tenía la esperanza de que me lo dejara barato, pero al bato como que no le falta la lana ya que cuando le ofrecí 3,000 al chaz-chaz no me los aceptó y tampoco quizo entrar en negociaciones, 4,500 último precio.

Nuevos los consigues entre 4,500 y 5,000 y usados no bajan de 4,000. Por eso, esta era mi oportunidad para hacerme de uno, pero Dios no me quiere, ya que cuando regresé para hacer mi última oferta (seguía contando, y aún me quedaba tiempo) después de verle las feas nalgas de la chica esta, la subasta ya se había cerrado ¿Por qué te caigo tan gordo Dios? Tenía ganas de llorar. Frustración.

Vean la cara de este bato disfrutando de algo que yo no tengo

Al día siguiente me invitaron a jugar fucho después de medio año que tenía sin hacerlo. Ya sabía que como soy nuevo en el equipo, todo este tiempo de inactividad y los estragos del maratón Guadalupe- Reyes (que para mí había iniciado unos días antes, en mi cumpleaños) iban a hacer estragos en mis capacidades futbolísticas. 15 minutos eran mi meta.

El rival no se veía muy complicado y mi equipo terminó ganando 1-0 el primer tiempo, pero iniciando el segundo, los contrarios hicieron 3 cambios con jugadores rapidísimos y habilidosos que hicieron trizas la defensa, volteando el marcador a 1-2, mi momento de entrar se acercaba, busqué en mi maleta las espinilleras, tacos y medias para prepararme y entrar a la cancha pero resulta que solo llevaba 1 media y el arbitro no me dejaría ingresar con el uniforme incompleto, puta madre. “Esas cosas solo te pasan a ti buey” me dijo el Choco. Sí es cierto, Dios, ¿Por qué me hiciste tan pendejo?, bueno, medio pendejo, porque si fuera un completo pendejo se me hubieran olvidado los dos calcetines. Pero acostumbrado como estoy a estas cosas, fui corriendo a la tiendita más cercana a comprar un nuevo par de calcetas que me retacaron en 100 pesos. Regresé corriendo a la cancha (calentando, según yo) y de inmediato pidieron mi cambio. Creo que fue demasiado el calentamiento porque para el primer sprint ya estaba doblado, torciendo y escupiendo las flemas más añejas pegadas a mis paredes pulmonares. El resto del encuentro traté de pasar los más desapercibido que fuera posible y no correr a menos de que la bola pasara a unos 5 metros a mi redonda, además me automarcaba en los despejes y cuando alguien buscaba a algún compañero desmarcado para apoyarse.

Ah pero eso sí, siempre es bueno ponerse el traje de héroe, porque lo que fui a rematar un tiro de esquina que fue muy mal cobrado y desencadenó un letal contragolpe que terminó en nuestras redes, no sin antes pasar por en medio de las piernas de nuestro portero. El partido terminó y jadeando, con la mirada borrosa, pagué mi arbitraje y me marché a casa. Mi consuelo fue que el Choco terminó peor que yo, a punto del desmayo y vaciando sus entrañas sobre el césped del Deportivo Morelos.


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