Chiken Destroy

martes, marzo 02, 2010



Todo comenzó cuando algunas horas antes del concierto estábamos en mi casa preparándonos para el concierto, matando unas caguamas y dándole duro al GH de Metallíca…                           ...no, mejor  vámonos más atrás.
Podría decir que todo comenzó hace ya muchos años, en el siglo pasado, en la secundaría 4 mixta, cuando era un adolescente al que ya no le gustaba la música grupera predominante en mi natal Juchipila y había de dos sopas, o te gustaba The Cure, Depeche Mode, Tears for Fears y esas ondas, o te gustaba, Guns, Motley, Maiden y Metallica. Los bandos estaban bien diferenciados, y aunque había grados intermedios como Bon Jovy, Poison o Def Lepard, los metaleros eran metaleros y los fresas eran fresas y no tenían mucho en común. Sin embargo ayer (desde hace muchos años), dichos bandos se mezclaban pero no se confundían, las greñas largas, pantalones ajustados y playeras negras eran fácilmente identificables de los atuendos comprados en Zara que pretendían encajar en el kit de identidad de rockero glamoroso. Aquellos metalheads de mis tiempos hubieran pateado algunos traseros y mentado muchas madres, pero fuimos los que compramos boleto para las localidades más baratas a quienes nos la rayaron “Pin-ches pobres, pin-ches pobres”  nos gritaban y eran mucho más enérgicos que el “los trajo su mamá, los trajo su mamá” con los que intentábamos contestarles. Sí, muy lejos quedaron aquellos tiempos y ahora no importa tanto ver a Metallica una semana y a la siguiente desgreñarse con Coldplay.
Algo parecido ocurrió allá por 1991 cuando Metallica se afresó y sacaron el Álbum Negro, donde hicieron al lado a los fans más aferrados buscando reclutar un público masivo, metal que  se tornó aluminio, que ya no era exclusivo de un hermético público de headbangers y de alguna manera definió parte del eclecticismo de la década de los noventas; creo que a partir de entonces hasta se volvió un tanto incómodo que alguien fuera etiquetado como metalero (a menos que realmente lo fuera) y Metallica tuvo gran parte de la culpa de eso.

Las colas eran enormes y no pude evitar recordar las surrealistas formaciones que presenciamos aquellos que fuimos a ver a Roger Waters en el mismo recinto, esperando algo similar (colas para meterse a la cola, filas que daban vueltas en círculo sin poder identificar donde comenzaban o donde terminaban o inclusive su destino, como laserpiente que devora su propio rabo) pero afortunadamente el acceso fue rápido y alcanzamos a escuchar a Mastodon quienes tocan dos tres aunque todas sus canciones pudieran parecer iguales a oídos no entrenados.
La neta hasta a mí me da güeva hablar de lo que siguió con Metallica después de ese lejano, inocente y confundido 1991, los fans de hueso colorado les dieron la espalda, mientras que la agrupación se prostituía por la fama y principalmente por el dinero a tal grado que reaccionaron como perros heridos contra Napster y lanzaron una tercia de álbums infames con un sonido muy distante al de sus grabaciones de los años ochentas. Pero de eso tienen la culpa los fans metaleros quienes no son capaces de asimilar las evoluciones de un género que no es propicio para evolucionar, que quieren que todo suene siempre igual y pocas veces perdonan que alguien busque ser diferente; y si no me quieren creer ahistan los casos de Motorhead y AC/DC que llevan décadas siendo celebrados por hacer el mismo disco una y otra vez. De seguro esa fue una de las razones que llevaron a Metallica a volver a realizar un disco rápido y duro como los de antaño con el Death Magnetic.
La expectación era mucha, la raza impaciente por que comenzara el concierto preferían mirar al escenario que escuchar la carrilla que  todavía estaban tirando los de gradas, quienes se sentían más chingones por tener un boleto más caro y la neta sí, porque se veía mejor y a pesar de la pantallota detrás del escenario, la banda headbanger es más alta que la de otros públicos y el 3 de marzo no está tan chingón para hacer conciertos.
¿Alguien todavía utiliza la palabra hevy?   ¡¡¡¡MEROL!!!!
No es secreto para nadie que un porcentaje muy grande de los estaban ayer al estadio en realidad no eran fans de Metallica , y eso lo intuyó perfectamente James Hetfield quien se cercioraba que la gente tuviera el Kill 'em All y que al menos conociera las rolas viejitas y nos preguntaba si  "Sad But True" era demasiado “hevy” para esta ciudad tan fresa; y pues ni la mayoría tenía el Kill 'em All (chingo a mi puta madre si no) y Guadalajara puede ser fresa pero no tanto (al menos para esa rola), de repente se aliviana.
Pero igual ellos tocan para todos, conocen su show, conocen su público y el setlist estuvo chingón, aunque de seguro todos nos quedamos con ganas de escuchar alguna que no tocaron : 3 rolas del  Ride The Lightning, 3 Kill 'em All, 2 del And Justice y otras 2 del  del Master Of Puppets para los pocos fans sobrevientes de los ochentas quienes aun los respetan y que ahora son unos señores que hasta llevaron a sus hijos al concierto, además de los nuevos metaleros adolescentes (que es la mejor edad para escuchar metal como chingados no) y la abrumadora mayoría que se prendió escuchando el Álbum Negro del que tocaron 4 rolas, igual número que las del Dead Magnetic; afortunadamente no tocaron ninguna de aquellos discos de cuyo nombre no me quiero ni acordar.
No sé si es muy objetiva mi apreciación pero me pareció que la sonorización no fue la mejor, mi oído percibía desniveles en el sonido; guitarras y baterías que a veces se escuchaban estruendosas y de repente  se ocultaban detrás de otros sonidos, aunque dicen que rumor del concierto podía escucharse hasta a 15 minutos de distancia (en carro) del estadio. Y no puedo echarle la culpa al recinto porque me consta lo cuadrafónicamente chingón que puede escucharse un concierto como lo demostró Roger Waters. Durante una canción (no me acuerdo cual fue), la cámara enfocaba los rostros de los asistentes de primera fila quienes aprovechaban su aparición en pantalla para poner su pose más ruda, mostrando los dientes, la lengua, fingiendo los ojos llenos de furia y no podía faltar la mano con cuernos y no pude evitar sentir un poco de pena ajena.
Y pues los fuegos artificiales y las flamas de lumbre que brotaban del escenario en los momentos cumbres del concierto mientras tocaban Master of Puppets, One, Nothing Else Matters y Enter Sandman y los efectos de cámara en la pantalla (que también era de resolución inferior a la de Waters, pero ya estuvo con ese guey, para este momento ya debieron de haberse dado cuenta que “lo mamo” mucho más que a los trashers de San Francisco) durante un duelo de requintos entre Hetfield y Hammet (que es una verga por cierto) con sus guitarras perrísimas, haciendo un despliegue de energía que desgraciadamente no se reflejaba en la tribuna ya que había muchas personas que se veían serios o con sueño, como si ya quisieran que el concierto terminara, o los que se molestaban porque alguien se ponía a brincar y el inevitable contacto por la proximidad, que se asemejaba a los cigarros de una cajetilla, los sacara de su sopor, o sea, están en un concierto de ROCK, no se emputen si alguien se prende.

Puedo afirmar sin temor a equivocarme que el día de ayer presenciamos el concierto de metal más grande en la historia de Guadalajara. Al menos en lo personal yo le cumplí un sueño a aquel adolescente que fui, que escuchaba hevy a todo volumen en sus walkman sport amarillos.
 Cuando terminó el concierto algunos imbéciles que le calleron directamente de la chamba y no fueron buenos ni para quitarse el saco y la corbata seguían aferrados a echarnos carrilla por nuestras localidades y gritaban “Se les va el camión, se les va el camión” como si estuviéramos en las luchas, pero lo peor de todo es que era cierto. Total, la noche era larga, así que me regresaría caminando a mi casa.

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