¿Dónde encontraremos al ángel? (parte 1)

miércoles, noviembre 30, 2005

Hoy es el primer lunes del nuevo milenio y ya estoy agotada, me hace falta estar en casa y beber mucha agua; desde el viernes que no me paro ahí, que no veo esas cuatro paredes blancas y las esculturas que las adornan, la televisión, muebles y demás triques que hacen que no se vea tan vacía.

No he sacado la basura tampoco.

Doy vuelta en la Minerva rumbo al Centro Magno; a pesar de ser enero al medio día, hace mucho calor, los semáforos tardan más que de costumbre. El semáforo se pone en verde y avanzo a mi destino, el café San José, a un costado del centro comercial, donde las bolsas Louis Vuitton y los jeans Guess desfilan de aquí para allá; las cosas son así, la vanidad en su máxima expresión: lentes Chanel, Gucci, DKNY, etc. Por esta zona de la ciudad la belleza superflua se deja notar, los accesorios son tan necesarios como un tinte de cabello.

—Señito, ¿le cuido su carro?

—Gracias, pero no me voy a tardar— le digo al “viene viene” que cuida coches afuera del edificio, aunque la verdad es que no sé cuanto me lleve la cita, espero que sea poco, ya que Valeria cobra por hora. Sin embargo, a mí, por que soy su hermana, me hará un descuento.

Entro al café y saludo a Valeria a lo lejos.

—Clarita, siéntate y pide un cafecito o un té, en un momentito te atiendo –me dice después de saludarme apresuradamente con la mano y dirigirse con una “señorona” (porque así le dijo) a una mesa al fondo del café.

—¡Señorona, cómo ha estado!

—Muy bien mija, muy bien, por eso es que sólo vengo contigo, La verdad es que todo lo que me has dicho ha sido correcto, además te he recomendado con unas amigas que…— y es todo lo que alcanzo a oír.

Tomo asiento y le pido un Sprite Light al mesero —Con hielos por favor.

La “señorona” se ve de unos cuarentaytantos años, viste con un pantalón de salir y una blusa muy elegante, sus accesorios no se diga, porta un collar con un dije de diamante, en sus finas manos trae un anillito y una esclava, ah y por supuesto no podían faltar los aretes pues el jueguito se descompleta, quién sabe cuanta lana trae colgando. Se ve muy relajada, al verla pienso que no es una mujer hogareña ni trabajadora, sus manos estan muy bien cuidadas. Su piel es tersa y fresca, parece muy suave, la edad la disimula con un maquillaje muy natural, de seguro tiene alguna cirugía plástica en el rostro. Volteo a la puerta y veo a otra señora que llama mi atención, la diferencia que es que ésta no se ve de la “high”, ¿Qué hará aquí?, me pregunto, su aspecto es humilde, su cabello descuidado y con el corte de hombre, pero un poco crecido, ¿A qué vendrá, cuáles serán sus problemas? Entra un poco desorientada, analizando el lugar —Hola, buenas— me dice cuando pasa y le contesto. El mesero llega con mi refresco y después se dirige con la mujer para preguntarle:

—¿Tiene cita, señora?

—No, pues fíjese que me recomendaron con Valeria Pinzón y vengo a ver si me puede atender, me dijeron que hace milagros.

—Pues a ver qué se puede hacer, pero tendrá que esperar un momentito en lo que atiende a otras personas —contesta el mesero— ¿gusta que le traiga algo en lo que la atiende? Tenemos el latte que es la especialidad de la casa…

—No, no, gracias, yo aquí la espero.

Ahora resulta que hasta hace milagros. La señora se soba las manos, nerviosa, tal vez no tiene ni idea de lo que busca al ver a Valeria. Pero mejor dejo de tijerear para ocuparme de mis asuntos.

continuara...

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