jueves, marzo 16, 2006

El cielo es blanco y está atascado de nubes, una antigua canción suena en los audífonos mientras viajas en camión y la ciudad apesta a nostalgia. Maldita sea, dices, porque las putas palabras no son capaces de describir lo que sientes. El aire huele a humedad pero no parece que vaya a llover. No hay tristeza, ni amargura, ni ningún otro sentimiento contrario. No hay recuerdos en tu mente, ni belleza en el paisaje, ni ninguna de esas pendejadas que ablandan a los poetas o a los sensibles. Sólo sientes que tu pecho se estremece y algo parece latir adentro, una sensación que se contrae y se expande y deja una estela de emoción. Los instantes suceden a tus ojos y te es posible identificarlos plenamente a cada uno de ellos, la eternidad se detiene y sigue caminando frente a tu mirada oscura. Y no, tampoco es ninguna clase de estimulante (droga) y por eso, escondido detrás de los lentes oscuros, te permites soltar una lágrima, sólo una, porque todos esos elementos que coincidieron en ti se han esfumado y ahora te sientes vacío, deseando volver a sentir algo alguna otra vez en tu vida.

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