Paola

miércoles, mayo 17, 2006

Se dispuso a dormir e hizo a un lado todos los muñecos de peluche colocados estratégicamente en la cama y una vez, bajo las colchas de Hello Kitty no pudo evitar pensar en ese maldito miedo que solía acompañarla ocasionalmente en ese momento en que vigilia está a punto e convertirse en sueño. Pero la noche no tenía nada de especial, la luna nueva se escondía bajo la sombra de la tierra y una luz amarilla del alumbrado público se colaba en la habitación. Echó un vistazo de seguridad antes de cerrar sus ojos cansados por el sueño, los posters de los Back Street Boys en las paredes y un montón de juguetes de hace años sin usar en las repisas, todo permanecía inalterable.

No seas miedosa, ya no eres una niña. Se dijo a sí misma. Pero entonces estoy loca o qué. Ok, pero la imaginación es muy poderosa y ponte a pensar que tal vez tu subconsciente te ha jugado la misma broma desde hace rato. Sí, además el padre Toño me dijo que nada de eso que pasa en las películas de miedo es cierto. Ahí está, así que no seas una niña miedosa y duérmete ya.

Los posters y juguetes y la habitación desaparecieron bajo sus párpados mientras su diálogo interno continuaba lentamente hasta diluirse en la inconciencia del ensueño.

Las casas a veces guardan voces, dependiendo de los ladrillos con los que fueron construidos, le dijeron alguna vez. Es común que duendecillos caseros hagan ese tipo de bromas, pero son totalmente inofensivos, le dijo su mejor amiga. O a la mejor su casa podría estar habitada por fantasmas. Pero no, el Padre Toño dijo que los fantasmas no existen, pero de todos modos, si sus papás se lo permitían, él iría con mucho gusto a bendecir su casa otra vez.

Paola acababa de entrar al sueño profundo cuando una voz la despertó y ella no podía moverse, una especie de “cuerpo”, por llamarlo de algún modo, estaba acostado sobre ella, no era como la vez que su novio, excitado por un buen beso, se le echó encima. No podía moverse, sus ojos desesperados recorrían el techo, los juguetes de las repisas, sus muñecos y sólo encontró esa voz que no dejaba de retumbar en su cabeza. Intentó gritar pero su boca no se abría, era como si se la estuvieran tapando, pero sin violencia alguna y comenzó a desesperarse moviéndose de un lado a otro y entonces su cuerpo comenzó a aflojarse y las palabras al fin le pudieron salir ¡PAPAAAAÁ!

El gritó despertó de inmediato a sus padres y corrieron al cuarto de su hija. Paola que chingados pasa, dijo su papá, ¿estas bien? Agregó su mamá. Papá, alguien se me echó encima ¡No podía moverme! Y Paola ya estaba llorando. Vente a dormir a nuestro cuarto mija.

Ya entrada la noche, Paola dormía tranquilamente en los brazos de su madre. Su papá no podía dormir y bajó por un vaso de leche cuando sintió una mano en su espalda y un susurro que le decía en su oreja, Paola.

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