¿Dónde encontraremos al ángel? (parte 3)

jueves, diciembre 01, 2005

Valeria siempre ha tenido mal gusto para la decoración, yo haría unos ángeles mejores que esos, no creo que sea tan difícil, tallarlos en madera o arcilla y sólo es cuestión de ponerles falda, un arpa, alguna espada, o esas cosas que siempre cargan los ángeles; sus rostros son serenos, como si nada les preocupara, no expresan sentimiento o gesto alguno; creo que lo más difícil serían las alas, esas enormes alas que los hacen volar para acercarse a Dios.

—Muchas gracias, Valerita, de veras que no sé qué haría sin tu ayuda, eres una fregonaza. Toma, es tu propina, estoy muy, muy agradecida…

Pinche vieja, le dio más dinero de lo que yo gano a la quincena en la Secretaría. Mejor debería dedicarme a leer las cartas, porque ni con mi trabajo, ni vendiendo mis esculturas gano lo que la pinche Valeria en un ratito.

—¡Hermanita, cómo has estado¡

—Pues no como tú, además si estuviera bien, ten por seguro que no estaría aquí.

—No te preocupes, Clarita, vamos a ver qué nos dicen las cartas. Ahorita la atiendo señora, no me tardo nadita— dice a la señora de pelo corto que espera pacientemente ser atendida, mientras me toma de la mano y me lleva a la mesa del fondo donde da “consulta”.

Valeria mira mi mano detenidamente por ambos lados —¿qué ves?,— le pregunto con gran curiosidad.

—Hermanita, ¿dónde te haces las uñas? Dime para no ir porque tu manicurista es terrible.

—Una compañera de la oficina. Pero no me vengas con tonterías, ya sabes para qué estoy aquí.

—Ay Clarita, eres una amargada, estaba bromeando. Con sólo esto te puedo decir que lo que te hace falta es una buena cogida. Ok. Entonces comenzamos.

Valeria revuelve el mazo de cartas con gran habilidad, pero de una manera distinta a los juegos de baraja, las trata con respeto y delicadeza. Una vez que termina, toma mi mano y la pone sobre las cartas, encima la suya, y se pone muy seria.

—Repite conmigo: Porque yo quiero, en armonía con nuestro señor Jesucristo y con todo el mundo. Gracias —Lo repito con los ojos cerrados— Ahora haz una pregunta.

—Ahora haz una pregunta. —Continúo con la letanía.

—Clara, no es momento para bromas. La lectura del tarot es algo que se debe tomar en serio. Pregúntale a las cartas el motivo que te ha traído aquí— me dice solemnemente.

¿No se suponía que eras adivina? Pienso para mis adentros, pero recapacito. Realmente necesito que alguien me oriente, que me ayude a saber qué onda con mi vida, pero es que ni siquiera yo sé bien por qué vine, ya que a pesar de que es mi hermana, me cae tan gorda. Quisiera saber por qué tengo tan mala suerte en el amor, cual es el sentido de mi vida, ¿por qué me dejó Horacio?

—Quisiera saber qué pasó con Horacio— pregunto y Valeria tira cinco cartas sobre la mesa de madera, las acomoda de modo que forman una cruz. Valeria es muy intuitiva, desde que éramos niñas, siempre fue muy rara, los compañeros de la escuela le decían bruja y cientos de ofensas que la lastimaban y yo nunca hice nada para defenderla, odiaba que fuera tan extraña, que siempre hablara de que veía ángeles que brillaban y se comunicaban con ella sin hablar, eso le ocasionó muchas visitas con psiquiatras.

—Esa no era tu pregunta –contesta— pero está bien, con eso es suficiente.

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