Fausto
lunes, enero 26, 2004
“¡ESCRIBE PECADOR, RAJATE LAS VENAS Y ESCRIBE CON SANGRE TUS ULTIMAS PALABRAS; PON TU MAILDITO NOMBRE AL FINAL DE LA HOJA!�
En su cabeza retumbaban estas palabras. Era la media noche de un dÃa domingo, las calles dormÃan y ningún sonido se podÃa escuchar, sólo el tronar de un corazón que golpeaba contra las costillas.
Fausto lloraba sentado en el comedor de su casa mientras sostenÃa su bolÃgrafo. Detrás de él, una espesa nube de niebla gris ocultaba a un ser alado de oscura figura. Fausto se sentÃa al borde de la locura, una negativa onda de energÃa le producÃa ese malestar. “¿Vale la pena lo que hago?â€� pensó.
“¡NO LO PIENSES M�S MALDITO HIJO DE PUTA, FIRMA QUE NO VINE EN VANO! -gritaba el hijo maldito de Dios, como si pudiera leer sus pensamientos- ¡O DE LO CONTRARIO YO MISMO TE VOY A MATAR, TE DEVORARÉ Y EN UN MINUTO TE VOY A DIGERIR Y CONVERTIR EN LA MIERDA QUE REALMENTE ERES!, ¡HIJO DE PERRA!�
Las débiles manos de Fausto temblaban al tiempo que la pluma se acercaba al papel. El ángel tomó su mano y la guió al calce de la hoja. Una gruesa gota de sangre salpicó el pliego.
Un último pensamiento para Margarita.
Estaba hecho, ahora fausto vivirÃa joven eternamente.