La Caja 2 (continuación)

martes, noviembre 16, 2004

I

Era una noche en la que el cielo se veía especialmente claro, la gran luna amarilla que flotaba en el horizontes iluminaba pálidamente las siluetas de los grandes árboles, proyectando unas profundas sombras sobre los extensos y verdes prados. Los pasillos estaban alumbrados tan sólo por la tenue luz de los faroles que creaban un atmósfera perfecta para las parejas que acostumbraban visitar ese romántico lugar donde podían estar solos y besarse y acariciarse, ocultos de las prejuiciosas miradas de la gente. Pero también era el lugar donde se reunía un grupo de jóvenes a tomar cerveza todos los fines de semana.

Era un sábado aburrido. Billy, Chapo y el Oso estaban pasando el rato en el oscuro parque, llevaban años haciendo lo mismo.

Los tres se hallaban acostados en el pasto. El Chapo se fumaba un cigarro sin filtro mientras que Billy le pasaba la caguama al Osos para que le diera el último trago, ya no tenían dinero para comprar más.

Habían permanecido callados durante un buen rato. Desde hacía mucho tiempo que ya no tenían anda que platicar entre ellos, o nada interesante al menos, casi todo lo habían vivido juntos y resultaba enfadoso recordar los mismos sucesos de siempre, las mismas historias que se contaban una y otra vez en todas las borracheras, historias como cuando se colaron a unos quince años y el Billy se fajó a la quinceañera o cuando se agarraron a chingadazos con los muchachos de la otra colonia.

Las cosas no eran igual que antes, ya no había diversión, muchos amigos se habían cambiado de casa o simplemente se desafinaros para juntarse con otra banda. Ya no pasaba nada interesante, resultaba bastante asfixiante aquella monótona situación y no sabían por qué se empeñaban en seguir haciendo lo mismo.

Cuando Billy se puso de pie y se dirigió a los arbustos para orinar, en su camino tropezó con una caja de zapatos que se encontraba oculta en la oscuridad, entre las sombras de los matorrales. La pateó escandalosamente a un lado y siguió caminando sin darle mayor importancia. El Chapo y el Oso voltearon a ver qué había pasado y de una manera extraña, sin poder evitarlo, sus miradas coincidieron en el mismo lugar simultáneamente. En esa misteriosa caja que era ajena a todo el ambiente que la rodeaba. No era como el tipo de basura que solía dejar la gente, era algo que estaba claramente fuera de lugar, tenía una vibración muy especial, algo que hacía imposible ignorar ese objeto.

Era una caja de tenis “Reebock� de color azul celeste, con franjas rojas y blancas en la tapa formando la bandera del Reino unido. Estaba amarrada con hilo de cañamo por sus cuatro lados. Sin darse cuenta, podían sentir que esa desconocida caja tenía mucha importancia, como si se tratara de la caja de Pandora que contenía todos los males del mundo y que en el fondo quedaba la esperanza o como el Arca de la Alianza donde se resguardaban los mandamientos de Dios como símbolo de protección divina.

Billy seguía orinando muy quitado de la pena, mientras que el Chapo lentamente, ante la atenta mirada del Oso, desamarraba los nudos de las ataduras, hasta que al fin destapó la caja. Bien parecía que un brillo deslumbrante emanaba del recipiente, un brillo que encandilaba la vista. Nadie pudo evitar voltear para descubrir su contenido, fue como si estuviera llena de un magnetismo que obligaba a todos a desear conocer su secreto y los inundaba de una escalofriante sensación que recorría todo su cuerpo por la médula nerviosa, desde sus nucas hasta la plantas de los pies. No era miedo, ni emoción, no era una sanción que se pudiera describir, tal vez era la combinación de esos sentimientos.

Billy dejó de orinar y con la cara llena de asombro se acercó a ver el contenido de la caja.

En el interior se encontraron una gran paca de billetes colorados y verdes, una bolsa grande llena de mariguana de un color verde muy intenso, varios sobrecitos de cocaína y un revolver Smith & Huesson calibre 38 color negro, algo oxidado y con las cachas de madera muy desgastadas que dejaban ver el esqueleto metálico del mango. Era una pistola vieja que imponía su presencia, porque seguramente ya había sido usada varias veces y el sólo hecho de saber que esa arma fue el instrumento de muerte de más de una persona los hacía sentir una morbosa exitación.

Se apresuraron a cerrar la caja y sin decir una sola palabra sin poder ocultar la excitación que les provocaba poseer ese paquete.

-“¿Qué vamos a hacer güey?�- Dijo el Osos a los demás

-“Vamos emputiza al departamento y no digas nada mas por favor, allá vemos loco�- contestó el Billy, el más grande de todos ellos.

Billy era de sonora. Cuando era niño sus padres tuvieron que venir a Guadalajara por razones de trabajo y se quedaron un par de años. Fue en ese tiempo en que conoció a sus amigos. Después su familia se regresó a Hermosillo y el Billy apenas llevaba unos cuantos meses de regreso en la ciudad. Era un muchacho alto y corpulento, bien nutrido gracias a la carne, el principal alimento en el norte del país.

Rentaba un departamento en una colonia del Infonavit cerca del parque. Vivía solo, sus padre lo habían mandado a que estudiara medicina en una universidad de la ciudad, pero él ni siquiera estaba inscrito, se quedaba con todo el dinero que le mandaban e inventaba un montón de necesidades que no tenía para que le mandaran más dinero. Está de más decir que llevaba una vida llena de excesos y que además patrocinaba los vicios de sus amigos.

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