unos gueyes con un arbusto de mariguana en la sala de su casa

lunes, febrero 19, 2007

Hacia rato que no tenía un fin de semana como éste. El viernes decidí no trabajar, así, sin ningún motivo en específico, dormir hasta tarde y la único que tenía que hacer era recoger mi ipod nuevo (gracias a la garantía) y por la tarde tomarme un par de caguamas antes de salir a la misma cantina donde he estado con mis amigos los últimos 6 fines de semana (la chela está a 10 pesos, el lugar es fabuloso y ya cotorreamos con el personal que nos atiende excelentemente). Lo mismo de siempre, a veces pienso que el destino de mi vida es embriagarme hasta la inconsciencia; todos los días ansiando que lleguen los fines de semana para hacer lo mismo, en fin, el mismo cotorreo, la música horrible (los Bukis y todos esos adefesios salidos de la academia de tv azteca) y en punto pedo cuando las conversaciones parecen convertirse en trascendentales llegó la noticia de que la madre de un buen amigo de la antigüedad había fallecido y la estaban velando esa misma noche.
Decidimos ir, me cagan los funerales (no creo que haya alguien que los disfrute, bueno, tal vez los darketos), saludaríamos a nuestro amigo y nos iríamos a la chingada. En el camino me pasó algo raro. Sin conocer mucho a la señora y a pesar de no haber tenido contacto con mi amigo en más de dos años, me puse a llorar. Hacía mucho que no lo hacía, no sé si la muerte fue el pretexto para soltar una buena cantidad de lágrimas que no podía detener. En la lujosa funeraria adornada elegantemente con muchas salas con el impulso alcohólico que provoca una estúpida sinceridad confesé que realmente no lloraba por la pérdida de la madre de mi amigo, sólo la había visto en un par de ocasiones y en una de ellas, recuerdo que la señora me dio una bendición antes de partir con mis amigos en un viaje a Veracruz y recuerdo que en ese entonces esa bendición me pareció forzada, pero una bendición no se le rechaza a nadie. Me extrañó no ver al hermano de mi amigo, quién siempre me cayó bastante gordo, y como los chismes vuelan rápido nos enteramos que se encontraba internado en un centro de rehabilitación mientras los demás velaban a su madre.
Justo ahora checo el Messenger y mi amigo tiene un Nick que dice “Gracias a todos por su apoyo MI MADRE LES ENVÍA SUS BENDICIONES DESDE EL CIELO”. Verga, yo aquí diciendo que la señora me dio una bendición forzada y ahora hasta nos bendice desde el cielo.
Lloraba ridículamente, cagado del miedo que me provoca la simple idea de que algún día todos nos vamos a morir, que mis amigos o la gente que amo algún van a desaparecer, que yo voy a morir y nadie puede impedirlo y yo quiero vivir para siempre. Me sentía como un farsante, un pinche hipócrita porque ahí nadie lloraba, la señora padecía de cáncer y todos parecían contentos de que al fin descansara en paz (o que ellos descansaran mejor dicho). Tambaleándome de pedo y zigzagueando en el carro después salí rumbo a mi casa sin poder dejar de llorar, en un par de ocasiones estuve a punto de subirme a un camellón y me puse a pensar que sería irónico que me ocurriera algún accidente fatal regresando de un funeral a causa del estado en que me encontraba. No pude dejar de llorar hasta que me quedé dormido.
CONTINUARA

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