Apocalipsis 666

martes, junio 06, 2006


Nadie supo como ocurrió todo. No hubo ninguna señal, ningún signo, ningún eclipse que oscureciera el cielo, algún meteorito que chocara contra la tierra o la llegada de un año mágico que marcara la muerte de una era. Todo comenzó sin que nadie se diera cuenta, simplemente ocurrió.Primero fue el jinete de la mediocridad. Una humanidad de zombies, desencantados, desanimados, completamente idiotizados.Las personas perdieron el interés por cualquier actividad. El jefe de gobierno cruzó los brazos, los negocios cerraron y las escuelas estaban desiertas. Yo sólo me limité a refugiarme en la televisión, pero tampoco había programación, así que limpié mis discos viejos y puse videos de películas clásicas. Pero eso no duró mucho. Después perdimos el brillo de los ojos. Nuestras perversiones y cualidades se esfumaron de la faz de la tierra.Las mujeres embarazadas abortaban espontáneamente, sin motivo alguno. Después de ir al baño, sólo quedaban en el escusado trozos de carne con coágulos de sangre color marrón que destilaban un fétido olor. El fin de la raza estaba claramente anunciado.Después apareció el jinete de la autoliberación. La gente se suicidaba degollando sus gargantas o disparándose en la cabeza. Aquellos que predicaban la salvación y trataban de inyectar vida a las personas por medio de la palabra de Dios sucumbieron al último, pero igual murieron. No se habían dado cuenta que Dios los había abandonado.Muchos se sintieron elegidos por el jinete del parricidio. Los padres mataban a sus niños a golpes, los golpeaban una y otra vez en la cabeza hasta que les partían el cráneo para después tirar sus pequeños cuerpos a la basura sirviendo de alimento para las ratas. Tal vez las ratas eran las elegidas para gobernar la siguiente era.Los ancianos fueron encerrados en lugares húmedos y oscuros por sus propios hijos. Los dejaban morir de hambre, sus cuerpos se consuman a si mismos y ellos sólo se quedaban sentados en una esquina esperando pacientemente el último instante.El jinete de la locura se apoderó de todo al final. La gente salía a la calle a matar. Escogían a sus víctimas al azar. Las tomaban por el cuello y apretaban hasta asfixiarlos. Yo también tomé a un niño que parecía un poco más chico que yo. Pude sentir como la sangre intentaba pasar en vano por los dedos de mis manos mientras apretaba con todas mis fuerzas su yugular. Con los ojos fuera de órbita me miraba y no intentaba resistirse, me agradecía como si yo fuera un ángel que lo liberaba del dolor, del asco por la vida.El cielo de la noche se llena de luces que son como las grietas de un espejo que se rompe por un instante y después todo vuelve a una negrura espesa como si se tratara del reflejo de nuestros corazones. Las nubes negras avanzan rápidamente hacia mí trayendo consigo el estruendo del trueno, un murmullo lejano que invade mis oídos como un panal de abejas, o más bien, como una estampida de elefantes tóxicos que anuncian la llegada de la muerte. En el horizonte un hongo de humo blanco se alza imponente, sale de la atmósfera terrestre hacia el espacio sideral.Un viento caliente sopla y el ruido va creciendo. Las nubes negras están a punto de tragarme...........................................................................................………….......
......................................………….......Silencio.......................................…………...........
..................................…Un silbido agudo entre la nada......................................…………………………………………………………………………………………………..
Todo pasa muy rápido, el mundo se ilumina en un instante por colores rojo, amarillo y naranja, mientras el mundo se consume en el fuego, después, absoluta negrura. Un fulgor momentáneo me calcina en una milésima de segundo, pero en esa milésima trato de estar consciente de cómo ocurre mi muerte, es como si todo pasara en cámara lenta; cómo se consume mi carne por la radiación atómica como si estuviera siendo cocinado en un horno de microondas. Todo es calor y mi cerebro se fríe y me desconecto de la existencia como si una televisión se hubiera apagado.

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