Otra noche disco

martes, mayo 10, 2005


Querido blog, otra vez fuimos al Monicas, ainsss ese antro me tiene hasta la madre, siempre ponen las mismas canciones, de veras. Ya cuando tocan música chida (y con esto me refiero a Blondie. Qué esperanzas que pongan a la Velvet Underground) es para que la banda se salga del lugar, pero pues Oscar no había ido ahí y quería conocer un antro de onda.
Yo ya andaba bien pacheco antes de que pasara por mí. El pedo es que Oscar venía con una morra que se llama Laura, y es aspirante a actriz. En la disco me metí chorromíl rayas, pero me pegaron chido no creas, bien acelerado, hig to the sky, hasta hicimos bumpin, chocando nuestras caderas, el pasito del trompo, coreografías y toda la cosa, al ritmo de esa canción que dice ?fly robin fly,... fly robin fly? y es lo único que dicen en toda la canción. El Oscar estuvo coqueteando toda la noche con la tal Lurita, y eso como que me aguitó, la neta es que si no hubiera andado tan drogado le habría reclamado; el cabrón como que quería guardar las apariencias ante tanto joto.
Pero, muy guapa la chica esta, chavita, ha de tener la edad de mi brother Horacio, con esa belleza tan típica de las tapatías, ojazos negros de un claro fulgor y una boca de mamadora que ya quisiera, qué envidia ainssss.
Hasta eso que cuando salimos en bola el Oscar no se mide; compró champañ (o champagne, sepa la chingada) para impresionar a la vieja, quería quedar bien. Pero eso sí, cuando sale conmigo a esos horribles bares bugas, puras pinchis cubitas de Viejo Vergel.
Pero la noche hasta eso estuvo bien, Oscar se dedeaba a la Laura por debajo de la falda, y después me hacía oler sus dedos para luego besarnos entre los tres, muy cachondo, muy kinky. Hasta hizo que la vieja me la chupara (la neta ya me hacía falta una buena mamada), pero yo creo que la interesada nomás lo hizo para que Oscar le consiguiera salir en algún comercial.
Después, la morra se metió debajo de la mesa y Oscar se la cogió de a perrito, y yo lo miraba a sus ojos que me hacían sentir esa conexión que unos unía, a mí y a él a través del placer de ella, y yo acariciaba su cara y su pecho. No lo hicimos, pero ¡Ni falta hizo! Cuando salimos, Oscar le dio dinero a la morra para el taxi y nos quedamos afuera del antro.
Me besaba, me tenía, literalmente, entre la espada y la pared, arrimándome el camarón bien rico, arrinconándome en el muro bajo la luz neón del Monicas. Nos estábamos dando lengua sabrosísimo, me encantó ese bigotazo que se cargaba, cómo sus bellos picaban mi labio superior y me raspaban como lija. Pero déjame decirte algo querido diario, hubo una onda bien extraña, bien maniaca, no estoy seguro, pero creo que vi pasar a los hijos de Oscar afuera del antro en la guayín de Isabel, porque no muchas señoras traen de esas Town & Country, además, estoy casi seguro, porque no pude evita no abrir los ojos, ¡estoy seguro de que vi al escuincle ese! Federico. Sus ojos me atraían magnéticamente, con una mirada de odio, de rencor, sabe qué modo, que no podía dejar de verlo, sólo fueron unos segundos pero el tiempo se detuvo como en cámara lenta, el carro pasaba despacito y la cría odiosa se me quedaba viendo con una mirada que era eterna, sus ojos me queman aun como un hierro candente en mi cerebro, no puedo dormir, porque el niño me miraba lleno de odio, igualito a como le sabe hacer Oscar, y yo seguía metiendo mi lengua lasciva dentro de la boca de su padre.

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