Algo raro

jueves, febrero 12, 2004

Ayer por la tarde, mientras esperaba el camión, me tocó ver a una señora con su hija, eran de esas personas que piden limosna y recogen latas para venderlas a los centros de reciclado.
Las dos jugaban como si estuvieran borrachas o intoxicadas, pero no lo estaban, más bien jugaban como un par de niñas inocentes. Un señor que cuidaba carros las veía, como yo, cuando sonó un teléfono.
De una bolsa de Gigante, que tenía un bote de papaya y unas cuantas latas que habían juntado en todo el día, la niña sacó un celular de los nuevos, de esos que traen cámara, cuando inesperadamente el señor de los carros aprovechó para arrebatarles la bolsa con las latas.
La niña respondió con un manotaso y le dio en la cara con el celular haciendo que éste saltara en pedazos por los aires.
Después todo siguió como si nada hubiera pasado, la niña hasta volteó a verme y me sonrió.
Pero llegó otro tipo en una camioneta Nisan con camper y el de los carros se acercó para hablar con él. Era una especie de proxeneta de los limosneros, ya que la señora y la niña también lo conocían y se acercaron a explicarle lo sucedido. De repente, el güey de la camioneta se bajó y comenzó a golpear a la niña, le tiraba de patadas y puñetazos en la cabeza, cuando pasó mi camión y me subí en él.

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