POST LITERARIO
miércoles, febrero 18, 2004
Corrió hacia su casa como quien busca refugio de una granizada, sin darse cuenta de la agujeta desabrochada que le pudo haber causado un accidente. Sorteó la esquina, el cerco, como una ráfaga de viento de las que te hacen asirte el sombrero.
Desde varios metros antes de llegar, iba sacándose del cuello la llave, solo una pendÃa del collar hecho de mecate de ixtle, hubiera sido sorprendente para cualquiera que semejante cuchitril tuviera puerta y cerrojo, pero él sabÃa por qué. Cuando terminó de cerrar la puerta atropellándose los dedos de una mano con los de la otra, optó por el rincón menos iluminado, si es que habÃa diferencia entre tanta penumbra, y ahà se quedó quietecito, sólo moviendo de vez en cuando sus pequeñitas manos.
SeguÃa dándole vueltas al asunto, no tenÃa porque haber salido asÃ, aquel no debió resistirse, ahora jamás podrÃa pararse de nuevo por ese bulevar, ni pensar en volver a meterse por el boquete de la tienda de pinturas a adquirir discretamente algo de pegamento que inhalar, si lo agarraban a estas alturas lo menos que les importarÃa serÃa una que otra onza de thiner o lo que fuera, pero de repente interrumpÃa su lamento por tantos buenos tiempos que jamás volverÃan y seguÃa sin explicarse por qué le salió todo mal, si lo tenÃa tan bien ensayado.
TodavÃa no se convencÃa que lo que escurrÃa por su camisa de México 86 era en realidad sangre, y sabÃa que ésta vez no era la suya, pero tampoco se hacÃa demasiadas preguntas de logÃstica o psicologÃa, sólo tuvo que toparse con quien no debÃa, o ¿fue al revés? Hay dados y dominós que se juegan en la cabecera del morir para futuras evoluciones, esta vez la suerte le tocó, y todo serÃa diferente, después de un par de giros cayeron de su lado, pero marcando mal el juego.
Luego de un rato se convenció que lo no irÃan a buscar, si es que siquiera lo habÃan encontrado, hubiera deseado un podo de pegamento con qué mitigar su intranquilidad, pero esta vez no tenÃa valor ya ni de intentar conseguirlo, se sentó un poco más derecho, saliendo de su pose casi fetal e intentó verse las manos en lo oscuro, apenas podÃa ver un trémulo destello, pero las sentÃa empapadas y ahora ya pegajosas. Aun no cabÃa en cuenta completa de que su jueguito habÃa terminado, que no conseguirÃa nunca más salirse con la suya y ganar para su vicio y los de otros, con semejante facilidad, pero ahora sus propósitos habÃan cambiado, asà como sus metas, sus precauciones y sus operaciones, él en sÃ, habÃa cambiado.
Como parte de su entorno habÃa crecido, habÃa escalado varios lugares en la cadena alimenticia de su ecosistema urbano, todo de golpe, y él todavÃa no lo sabÃa, tampoco sabÃa que lo que acababa de robar era más que el par de billetes que todavÃa aferraba don fuerza, ni conocerÃa jamás quién era aquel hombre, tampoco recordarÃa como se siente la tranquilidad.
**Reproducido sin la autorización de Marcela
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