El cuarto de la imaginación

martes, agosto 03, 2004

Ayer en la tarde acompañé a Mar (Mi nobia) de visita con una tía pepona que cumplió años. Me caga andar en esas ondas porque en mi casa no acostumbramos mucho ir de visita con mis parientes pero ahí ando con gentes que no son las mías, lo que uno hase por amor ¿eda?

El chiste esque ahí estaba toda la familia de mi vieja, pura ñora fresa de sociedad que se me quedaron mirando de pies a cabeza cuando llegué, me barrieron toditito, yo creo que le iban a aclas, porque hasta torcieron las jetas cuando entré con mi playera de las Chivas.

Pues ahí estaba yo escuchando chismes de las hermanas que todavía no habían llegado y había un montón de crías brincando por todos lados, riendo y jugando y llorando porque no querían prestarse sus juguetes.

Una niña chiquita que se llama Sabina (de dos años) tiene la costumbre de encerrarse en el baño con la luz apagada según eso porque ahí vive, en el baño, “mi cashita� así dice.

Entonces yo me puse a jugar con los niños en lugar de escuchar las frivolidades y pendejadas que platican las señoras grandes y Sabina y otro niño que se llama Anuar y que tiene 3 años me llevaron al su cashita y nos encerramos con todas las luces apagadas. Adentro no se podía ver nada, absolutamente nada, la oscuridad era total, no podía ver ni mis manos ni dónde estaban los niños, ni siquiera la punta de mi nariz. Entonces le pregunté que si querían escuchar un cuento y como no me sé ningún cuento me puse a inventarles uno acerca de un príncipe llamado Zónico que quería conquistar la blogosfera y luchaba contra una bruja malvada llama Señorita Masturbación y puras pendejadas de esas que iba inventando a lo tarugo, combinando cuentos de hadas y películas. Los niños me escuchaban atentamente y se emocionaban bien mucho. Cuando terminé la historia entonces ellos comenzaron a contarme otras acerca de Buzz Light Year y Woody (los personajes de Toy Story) y de cómo volaban con sus alas y sobre su caballo e iban al rescate de sus amigos.

Me contaron bien muchas historias, casi todas eran iguales, sólo cambiaban los personajes, pero básicamente todas trataban de ir a rescatar a sus amigos. Pero lo que se me hace bien cura esque hubo un momento en que era posible ver cómo las palabras de los niños y las mías se convertían en imágenes dentro de ese cuarto oscuro, neta, me cae de a madres que no los estoy cuentiando. Era como si estuviéramos en un cine mental, o más bien dicho, como si estuviéramos dentro de la cabeza hueca donde toman forma las ideas, bien chido me cae.

Cuando salimos de ahí, los niños estaban bien retecontentos y las señoras como que me agradecieron que me ahiga enserrado con las crías para que no les interrumpieran el chimoleo (de chismes pues).

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